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Voz, lenguaje y poesía en Rafael Cadenas

(Mas antología poética)

Por Amelia Mondragón

Aunque se le conoce mayormente como poeta, Rafael Cadenas (1930, Barquisimeto, Venezuela) es también ensayista y docente. Muy joven obtuvo cátedra en la Universidad Central de Venezuela de Caracas y hasta su retiro, a mediados de los noventas, sus clases y charlas de literatura estadounidense, inglesa y española fueron altamente reconocidas no solo por los estudiantes de literatura a nivel nacional, sino por los intelectuales y el público lector del momento.

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Cadenas pertenece a la estirpe de poetas que asigna existencia propia a la poesía. Simplemente “llega”, dice él; no podemos mandar en ella. Más que un género literario, es “una presencia detrás de los géneros”. La historia de su obra poética es sobre todo la historia de su relación con la poesía, no sólo con su forma. Y no es ésta una relación de ensimismamiento porque ha implicado en él un modo de vida: “el hombre la necesita (a la poesía) –nos dice– para informar sobre su naufragio, o mejor aún, para apuntar a un “rescate”. Y añadía en el mismo texto:

 

Me parece que los poetas pueden hacer algo por vincular al hombre con todo lo que su olvido ha relegado, por quitarlo de la distracción en que vive, por plantearle las preguntas decisivas, por darle seriedad a las palabras, por apuntar hacia un vivir auténtico. Se trata de una operación de rescate, mas para contribuir con ella los poetas tienen que haberle dado la espalda a la locura que envuelve al hombre, tienen que hablarle desde una ruptura, tienen que haberse liberado ellos mismos. Si no, serían parte de la enfermedad y lo que dijeran tendría un valor incompleto (Ese fracaso que es la poesía. “Prodavinci.com”, 23/10/2018)

 

Esto decía Cadenas en 2018, cuarenta y ocho años después de haber publicado sus primeros libros de poesía: Una isla y Cuadernos del destierro, dos textos que itineraron el aislamiento, el extravío y la salvación de sus hablantes. Sin embargo, pese a ser extraordinarios y de haber impresionado, sobre todo Los cuadernos del destierro, a la comunidad lectora venezolana, eran trabajos de juventud y aunque Cadenas entendía para ese entonces que la poesía no siempre reside en el poema, aún no había expresado la noción de la poesía como una instancia “práctica” y necesaria. 

Probablemente Una isla y los Cuadernos nacieron en Trinidad, donde Cadenas vivió durante 4 años (1952-57), exilado del régimen dictatorial de Marcos Pérez Jiménez por participar en las manifestaciones estudiantiles de la Universidad Central de Venezuela. Una isla es un despliegue de imágenes de infancia y juventud; su título apunta simultáneamente a la poesía y al mundo de recuerdos que constantes o recuperados, afirman lo que somos para protegernos del presente. Los cuadernos del destierro es un poema épico cuyo hablante relata una errancia en la que descubre el exotismo, es decir, aquello que por serle totalmente novedoso, exige ser recreado en una atmósfera de génesis, con un lenguaje simbolista, muy atento a las sensaciones. La aventura, por consiguiente, lo provee de un lenguaje que acabará silenciado al final del poema; también un amor que por instantes le ofrece vínculos con esa realidad extraordinaria. Agotada la experiencia, tras renunciar a seguir varios caminos que vislumbra abiertos, el hablante permanece quieto, callado en su prisión interior. Es obvio que el poeta ha abandonado esos intentos épicos que la poesía ha conjurado desde el Romanticismo.  

 A comienzos de los sesentas Cadenas tuvo una fuerte crisis emocional de la que su producción poética y ensayística se habría de beneficiar grandemente, aunque a costa de su drástica separación del ambiente intelectual y político en el que se había desenvuelto desde su regreso de Trinidad. El escenario histórico de tal crisis fue la abrupta transformación de Venezuela a partir de 1959, a la caída de la dictadura. A la incuestionable modernización experimentada durante los últimos años de Pérez Jiménez en el poder, le sucedieron en sólo una década, y en medio de alzamientos partidistas y violencia política, la formación de la OPEP con Venezuela como uno de sus líderes, la reforma agraria, el programa masivo de alfabetización, el surgimiento de la siderúrgica, y la construcción de obras públicas de gran envergadura para facilitar la  explotación de los recursos naturales del país, tales como represas y puentes. Las universidades y carreras universitarias se multiplicaron, así como los programas radiales y televisivos, los periódicos y revistas de todo tipo, incluyendo las literarias. También se crearon el Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes, algunos premios literarios y la editorial Monte Ávila. La vida cultural floreció pareja al mercado de consumo.

Al ruido de los sesentas, Cadenas opuso un discreto silencio que fue interrumpido por la publicación de un poema suelto titulado Derrota (1963), de resonancia inmediata dentro y fuera del país, y dos años más tarde, por el poemario Falsas maniobras (1965), que, como Derrota, presentaba cambios estilísticos considerables. Es probable que Derrota haya pertenecido a la breve serie de poemas hiperrealistas que aparecen al comienzo y al final de Falsas maniobras y que Cadenas no lo incluyera en este poemario porque se opone radicalmente a Fracaso, un poema cuya renuncia al éxito y agradecimiento a cuanto implica fracasar darán la pauta a los próximos poemarios.

Como en toda su poesía después de los Cuadernos, el tiempo presente domina en Falsas maniobras, pero su lenguaje aparece simplificado, con escaso énfasis lírico, sobre todo en los primeros y últimos poemas. El hablante refiere su ineptitud para cumplir las tareas que llevan regularmente a cabo los demás. Y porque la sobrevivencia le va en ello, produce un “tú”, un “otro”, un enemigo interior que mide el rendimiento del yo. El hablante existe en una sociedad que se auto explota, una sociedad, curiosamente, en plena globalización, tal como la nuestra, a diferencia de la que vigila y oprime con un aparato social, tal como la dictatorial que recién había abandonado el país y la tan dinámica capitalista que le sucedió.   

  Con el presente verbal y el lenguaje como instrumento de comparación y medida, Falsas maniobras se aleja del mundo del mito para presentar una rígida y muy contemporánea cotidianeidad, y al hacerlo, abandona el escenario de la cultura (el paisaje con sus colores, rituales, símbolos y erotismo) adentrándose en otro escuetamente urbano, sin redes afectivas capaces de proteger al hablante.

Aunque con diferentes nombres, el alter ego vigilante tardará en desaparecer de la poesía de Cadenas; se llamará juez o perseguidores/as, o incluso “erinias” y usurpará el “yo” para hacer del hablante un “tú”, pero con el tiempo, y esto es fundamental, será ese “otro” interior que poco a poco testimoniara del advenimiento de la poesía e incluso, como parte del gran cambio que se produce en su obra a la altura de los ochentas, se fusionará al yo poético.

En 1977, poco más de una década después de Falsas maniobras, aparecen el poemario Intemperie y un libro, Memorial, que contiene tres poemarios: Zonas (1970), Notaciones (1973) y Nupcias (1975). Intemperie es el último si nos atenemos a fechas, pero interrumpe la continuidad entre Nupcias y Amante, poemario éste escrito en 1983 y uno de los más memorables de Cadenas porque en él desaparecen las fragmentaciones que hasta entonces sus poemarios habían enunciado. 

En Zonas (1970) quedan remanentes del lenguaje utilizado en los Cuadernos. El hablante todavía mantiene el recuerdo de un pasado más amable; también aparece la cotidianeidad, aunque ahora con sesgo de monotonía. Pero a medida que el poemario avanza y afirma el presente, los poemas se acortan y el lenguaje se vuelve conciso, directo y conceptual, exhortando al “yo” víctima a que cuestione la autoridad del “otro”: “Pídeles sus títulos a los que te persiguen,/Pregúntales cuándo nacieron, diles que te demuestren su existencia”, o maravillándose en el reconocimiento del amor “De la insidiosa hojarasca emerge tu rostro. Guirnaldas para ti que regresas desnuda de lo que me quité (…)”. La imagen de la poesía como un “tú”, una entidad inteligible cuya aparición el poeta vigila, figura por primera vez en este poemario: “Para ti el aprendizaje, para ti la soledad convertida, para ti el espacio ganado a la noche (…)”

Notaciones es aún más intenso que Zonas. Abre con la llegada de la “Voz”, palabra que suele referirse al carácter distintivo del poema, incluyendo su ritmo y pausas, por poseer ambos gran contenido emocional. La poesía griega, sobre todo lírica, nace como modo de individuación en las sociedades mercantiles que sustituyeron a las basadas en la propiedad de la tierra. Tal individuación debió ser un proceso muy largo y bastante doloroso pues el abandono y el desarraigo habrían de insertarse en las viejas formas de vida, y en una lengua, la griega arcaica, que sólo les concedía importancia a los sujetos colectivos. 

En Occidente el Romanticismo europeo retomó la noción, valorando también su personalísimo carácter frente a la naciente economía industrial. A finales del siglo XX, Octavio Paz la llamó La otra voz, en un libro de ensayos que con el mismo nombre publicó en 1990. Según Paz la otra voz sobrevive en nuestros días, en los poetas que durante los últimos dos siglos han oscilado o están desgarrados entre la pérdida del pasado y el porvenir que tienen que imaginar. Dicho de otro modo, para Paz la otra voz se subleva, se filtra y transciende las ideologías del momento y el utilitarismo que estas intentan imponer a la poesía porque esa voz es la memoria del pasado, de un pasado que atraviesa todas las épocas del hombre hasta detenerse en el principio de la historia y que siempre, aunque no se lo llame y bajo diferentes escrituras, tarde o temprano, vuelve a nosotros en los escritos del poeta.

Bajo el nombre de Voz, se colocan los primeros poemas de Notaciones. En el número VI dice:

 

Cuando en verdad callas

otra es la voz,

Pero ¡qué extraña entonces!

con su velado requerimiento,

su murmullo de noche,

su escasez.

Escándalo de pobreza.

 

La noción de Cadenas es similar a la de Paz en cuanto la voz es un instrumento interior que “no le sirve a nadie”, pues efectivamente, su existencia depende de ese no estar al servicio de ninguna causa ideológica, pero en Cadenas no tiene la connotación histórica ni la savia del inconsciente colectivo. La voz es un acto de la atención, del estar profundamente presentes y, por lo tanto, permitirle a la conciencia que se acerque al mundo sin el ruido que hacen las sociedades. Cadenas utiliza conceptos del budismo, sobre todo del Zen y de literatura mística occidental, de la que también es un gran lector, para acercarse a la conciencia en actitud receptiva. Como es también un gran lector del Romanticismo europeo, en su libro de ensayos Literatura y realidad (1979) explora distintos modos de conciencia poética y muestra que efectivamente hay conciencias, como la del poeta inglés Keats, capaces de percibir lo inmediato, lo que está ahí, de manera natural, sin ningún entrenamiento.

En Nupcias, el último poemario de Notaciones, refiriéndose a la “voz”, define a quienes en el mundo la perturban en uno de los poemas finales:

 

La voz fue interrumpida por la quimera, por el desdén, por la ruptura. Nada quedo exento. Ahora el que se perseguía también descree: no ve corporeidad en las palabras.

 

Notaciones y Nupcias son grandes poemarios. El lenguaje esta muchísimo más depurado de lo que ya lo estaba en Zonas, el primer libro de Notaciones. Además de la necesidad de estar atentos al presente, al aquí y ahora, en ambos aparecen la plegaria, el ruego y la renuncia a cuanto del ego o de sus equivalentes: “tú”, perseguidores, Juez, Erinias, etc. resulte perturbador. El poeta, con más firmeza que en Zonas, define sin afectación el “exiguo/pedazo de tierra” que ha escogido para él. 

Entre ganancias y notables fracasos se moverán ambos poemarios, al igual que lo hacen todos los de Cadenas hasta los ochentas. Pero el cambio de tono que comienza en Zonas y ahonda en Notaciones y Nupcias, impedirá que el poeta regrese a la desnuda, hierática ciudad de Falsas maniobras, dado que ha encontrado a la poesía, y aun cuando ella lo deje fuera del recinto (“Me dejaste afuera/con la guirnalda hecha para ti”), no desistirá él de hablarle en voz baja ni de incorporar innovaciones verbales tales como el poema en prosa, que retoma desde Zonas y cuyo lirismo agudiza en Nupcias. Y no deben olvidarse esos hallazgos líricos de Notaciones, los poemas breves o aforismos poéticos cuya impresionante economía es capaz de producir juegos lingüísticos muy sofisticados. 

Fechado en 1977, Intemperie es un poemario de crisis, ha dicho Cadenas en varias entrevistas. La aparición del “Juez” en el primer poema lo hace obvio. Pero también es un poemario que, aunque muy breve, defiende a capa y espada la integridad del lenguaje.  No existe otra arte poética como la que aparece al final de este poemario; es única porque no sólo presupone la alienación interior acechando continuamente la escritura, sino la alienación colectiva de la lengua. Por eso al final del poema apela a la lucidez, a la conciencia del poeta y a su honestidad, porque la alienación social también puede curarse con honestidad. El poema comienza así:

 

Que cada palabra lleve lo que dice.

Que sea como el temblor que la sostiene.

Que se mantenga como un latido.

 

No he de proferir adornada falsedad ni poner tinta dudosa ni añadir brillos a lo que es (…)

El “ser” de las cosas si puede imprimirse en el lenguaje. Como la mayoría de los grandes poetas logrados en la década de los sesentas, Cadenas no se sintió particularmente atraído por la noción surrealista del inconsciente y por lo tanto, tampoco creyó en el poder interno de la escritura, de esa magia expresiva que muchos vanguardistas y postvanguardistas consideraron autónoma, independiente de la voluntad poética.

El lenguaje no es un objeto neutro ni mágico. Más que ningún otro elemento social, está sujeto a la manipulación, porque como nos dice en el primer ensayo de su libro En torno al lenguaje (1985), no podemos pensar sin lenguaje, de manera que al suprimirlo, al reducir su extensísima gama de expresiones, los sistemas de poder y sus medios de comunicación atrapan al individuo, incapacitándolo para entender, para entenderse e incluso para comunicarse hasta con el más reciente pasado, por lo que la perspectiva histórica se hunde en la barbarie. 

El esfuerzo por permitirle a la conciencia descargarse de todo lo que no le permita vivir en contacto inmediato con cuanto la rodea corre a la par del esfuerzo que implica el uso de la lengua. En un poema de Gestiones (1992), libro de plena madurez, refiere Cadenas su gustosamente elegida condición de artesano, en oposición a esa de poeta grandilocuente y, propia para quien como él: “no nació rico/ni sabe asirse a las palabras”. Para Cadenas la poesía es un trabajo muy duro por el que sin embargo opta. El poema finaliza con estos versos:

 

Una labor sin pretensiones,

un trabajo

               de taller que preserva

el bien recibido

y lo entrega a otras manos en el estrépito.

 

            Algo humilde pero necesario.

 

Nueve años antes de Gestiones y seis después de Intemperie, Cadenas publica el poemario Amante (1983), por cuyo tono de alabanza percibimos que las divisiones intimas y también las sociales, han desaparecido. Es un poemario único en nuestro tiempo ya que hace de la poesía un personaje y simultáneamente una presencia –al uso que la poesía arcaica y clásica— aunque impresa del erotismo femenino. También convierte al poeta en amante y en anotador, en copista. El primer poema dice así:

 

Ella, el amante, el anotador

(ningún calígrafo,

un artesano)

se dan

al juego

perenne.

 

Es el artesano quien escribe, quien copia lo que el amante le dice a Ella:

 

Enséñame,

rehazme

a fondo

avívame

como quien enciende un fuego.

 

O quien copia lo que el amante le dice a él:

 

De nada te sirvió tu mester.

Nunca la viste.

 

Tantas horas empleadas

en aprender los secretos de tu arte

y él sólo te entrega un dibujo.

 

O se confunde con él:

 

               No sé quién es

               el que ama

               o el que escribe

               o el que observa.

               A veces

entre ellos

               se establece, al borde,

               un comercio extraño

               que los hace indistinguibles.

               (…)

 

       La voz tiene coherencia, el lenguaje, ética y la poesía, independencia; es libre pero redentora: nos recuerda que hay cosas que definitivamente no se poseen porque han de merecerse, y sobre todo, como incansablemente repite Cadenas, en la frontera de la poesía, en esa línea en la que termina cuanto creemos que existe, comienza lo que ni siquiera podemos imaginar que existe y que nos regresa a nosotros mismos, individualizados, distintos a cuanto nuestras distópicas sociedades producen.

         A partir de Gestiones (1992) la voz de Cadenas se volverá más anecdótica y cotidiana, y sin embargo, aparte de sus toques de humor, seguirá respirando en ella, como en los primeros poemas, la misma desnudez e indefensión, sólo que ahora, atemperados por la ecuanimidad de quien sabe que está bien la renuncia, que ese era el camino, y la lucidez, el único respiradero. 

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Amelia Mondragón es catedrática en Howard University (Washington, DC). En 1989 completó sus estudios de doctorado en la Universidad de Maryland con una tesis sobre la novela nicaragüense, convirtiéndose en la pionera de dichos estudios. También fue editora del libro de artículos Cambios estéticos y nuevos proyectos culturales en Centroamérica (1994). Es autora de varios artículos sobre literatura nicaragüense y poesía hispanoamericana, entre ellos dos sobre José Emilio Pacheco. Es también coautora con Alberto Ambard de la novela Alta traición (High Treason, 2012).

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