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Separación familiar

Por Pablo Gato

Ha sucedido con otras administraciones en EE.UU. Sin embargo, ninguna, ya sea republicana o demócrata, la había implementado como una política de gobierno. Es decir, a nivel masivo. Donald Trump es el primer mandatario que puso en práctica la separación familiar.

Los demócratas calificaron esa política no sólo como inefectiva, sino, en especial, cruel. Muy cruel.

El mundo también estalló en críticas. La reacción fue tan intensa que, por primera vez en su presidencia, Trump se vio forzado a dar un giro de ciento ochenta grados y canceló las separaciones. Esa política no pareció muy bien pensada y la consecuencia inmediata fue un verdadero caos logístico y legal para reunificar a esas familias.

Foto: Juan Carlos Hidalgo (EFE)

Desde el anuncio de su campaña, Trump ha realizado ataques verbales de todo tipo contra las minorías. A los mexicanos los llamó violadores y narcotraficantes. A los jugadores de fútbol americano que se negaban a escuchar el himno nacional de pie, los calificó de hijos de puta y afirmó que deberían irse del país. La inmensa mayoría eran afroamericanos. A los beneficiarios del programa de protección temporal (TPS) procedentes de Latinoamérica y África, les dijo que venían de países de mierda. Calificó a los grupos supremacistas blancos que se manifestaron en Charlottesville, Virginia, como «gente muy fina». El New York Times le atribuye haber dicho que «todos los inmigrantes haitianos tienen sida» y que «los nigerianos jamás volverán a sus chozas tras ver los EE.UU». No olvidemos la prohibición de viaje a EE.UU por parte de personas procedentes de países de mayoría musulmana, la cancelación del programa DACA que protegía a unos 800 mil niños de la deportación (el 80% son mexicanos) o de las al menos dieciséis mujeres que lo acusan de acoso o asalto sexual.

El mandatario también quiere cancelar la llamada lotería de visas, que cada año sortea 50 mil visas para personas procedentes de todo el mundo.

¿Qué inmigrantes quiere Trump? Él ha dicho que le gustaría que vinieran más de Noruega, aunque los noruegos parecen no estar muy interesados en abandonar un país tan avanzado como el suyo. También afirma que quiere inmigrantes cualificados y sin historial delictivo.

Hay que recordar que si ése hubiera sido el criterio cuando su familia llegó a EE.UU, las autoridades migratorias los hubieran devuelto a Alemania y Escocia. Su abuelo no tenía ningún tipo de cualificación superior y las autoridades germanas le impidieron regresar a Alemania porque evadió el servicio militar. La madre de Trump era otra trabajadora no cualificada que llegó de Escocia.

Las familias separadas en la frontera con México son prácticamente todas hispanas. Arrancaron a los hijos de los brazos de los padres y se los llevaron a otras partes del país como castigo por haber entrado como indocumentados.

El jefe de Gabinete, John Kelly, había admitido públicamente que pensaban que eso sería una buena forma de disuadir a otros para que no vinieran. Ahora ya sabemos que eso no es cierto porque los arrestos en la frontera sur están a su nivel más alto en la presidencia Trump.

Muchas personas temen que habrá niños que jamás volverán a ver a sus padres. Muchos padres son deportados, pero sus hijos se quedan en los centros de detención. Las condiciones de vida en esos centros son lamentables según testimonios de las madres, aunque, por supuesto, es la separación de sus hijos lo que más atormenta a los padres.

El gobierno estadounidense también separó a los hijos de los indios americanos de sus padres, a los que calificaba de bestias. Primero se cometió un genocidio con ellos, luego se les robaron las tierras y más tarde les arrancaron de los brazos a sus hijos para «civilizarlos».

Los activistas proinmigrantes afirman que si estos inmigrantes indocumentados y sus hijos no fueran hispanos sino europeos blancos, nada esto estaría sucediendo; que la sociedad en general y el propio gobierno estarían indignados por ese trato y que jamás serían puestos en jaulas.

Una encuesta de la Universidad de Quininipiac indica que el 49% de los estadounidenses piensa que Trump es un racista. Algo inaudito teniendo en cuenta que EE.UU es un país creado y formado por inmigrantes. Los únicos verdaderos «americanos» son los indios, que fueron casi exterminados.

Varios historiadores dicen que el país jamás ha estado tan dividido desde la Guerra Civil. Yo llegué a este país en 1987 y desde luego jamás he visto esta polarización. Resta decir que es muy peligroso.

En una democracia, cada uno tiene derecho a defender sus ideas. Sin embargo, me parece que todos deberíamos estar de acuerdo en que ciertas cosas son inadmisibles, como la separación familiar. Parece ser que no hemos aprendido mucho de los errores cometidos con la población india de este país.

Pablo Gato, (Sao Paulo, Brasil, 1961) periodista, empresario y escritor. Ha trabajado para Univisión, Telemundo, CNN y CBS-Telenoticias. Su empresa, Gato Communications, imparte seminarios de comunicación efectiva a profesionales, empresas, gobiernos e instituciones. Ha publicado dos novelas El plan Hatuey, (2004) con la editorial Verbigracia y Unidad 120050 (2014). Objetivo: independencia con la editorial Gregal.

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