Cantos de Cifar y del Mar Dulce
Por Pablo Antonio Cuadra (1912 – 2002)
Selección
«Hace más de cuarenta años, en una arenosa bahía de nuestro Gran Lago, los peones de las haciendas y los marinos y los pescadores corrían y se reunían en grupos en la costa señalando un objeto lejano en el horizonte. Acababa de pasar un largo y tremendo chubasco.
Algunos opinaban que el objeto era una troza de madera —una tuca— otros que era una lancha volcada. La expectación duró horas hasta que el bote volcado —que eso era el objeto— se acercó empujado por las grandes olas y pudo ser reconocido. Varios hombres entraron al agua, cogieron el bote y al darle vuelta cayó una guitarra que venía en el fondo. ¡ES EL BOTE DE CIFAR! gritó un marino. Y un pesado y doloroso silencio ensombreció todas las fisonomías.

Doce horas después apareció el cadáver. El bote le sirvió de ataúd. Un marino de largos bigotes, llamado Juan de Dios Mora, lloraba como un niño. Y en medio de aquella gente y de aquel duelo, un joven poeta, que llevaba en el bolsillo una gastada edición de La Odisea, miraba todo aquello y abría su corazón a lo que veía.
Cifar, con su nombre oriental, (acaso el fruto de un ansiado viaje por entrevistos barcos), Cifar Guevara fue un juglar (le llamaban "el pueta del Lago") un marinero que tocaba admirablemente el arpa y la guitarra, un peón de las aguas con alma aventurera y bohemia, un revolucionario que se metió en el abordaje de los vapores del Lago en una guerra civil, un impenitente enamorado, un inquieto navegante. Sin embargo, aún con toda su exuberante capacidad de aventura, Cifar no pasó de ser un pobre Odiseo frustrado.
¿Será cierto lo que digo?»
EL NACIMIENTO DE CIFAR
Hay una isla en el playón
pequeña
como la mano de un dios indígena.
Ofrece frutas rojas
a los pájaros
y al náufrago
la dulce sombra de un árbol.
Allí nació Cifar, el navegante
cuando a su madre
se le llegó su fecha, solitaria
remando a Zapatera.
Metió el bote en el remanso
mientras giraban en las aguas
tiburones y sábalos
atraídos por la sangre.
DIJO CIFAR:
Cantaré a los héroes
Celebraré a los hombres
cuya estatura supere
la estatura de los demás mortales.
Pero conocí la tempestad
la furia de los vientos
la ceñuda impasividad
de las aguas homicidas.
Cantaré —me dije entonces—
a los hombres que trabajan
en el Lago. A los humildes
navegantes. A los pescadores.
Sus diarias hazañas
se ignoran
porque la pobreza se empeña
en rodearlas de silencio.
LA ESTRELLA VESPERTINA
Vimos las llamas levantar la noche
y ensangrentar las aguas como un sol ahogado
— ¡Es la isla de Inés! —gritaron los marinos
y tiré la red y puse mano al remo
hundiéndolo en las aguas rojas.
Gritos se alzaban de ribera a ribera
y aves despertadas de sus nidos
giraban como cenizas.
¡Ya era tarde! Como una Y griega
escarlata escrita sobre mi sueño
la vi desnuda correr
y hundirse entre las olas.
Hablo de Inés.
Siempre hablo de Inés
cuando la triste y vesperal estrella
baja a las ondas
y su desnudo ardor baña en las aguas.
LA NOCHE
En este puerto desvencijado
soportando la soledad
y la lluvia. En este puerto
muerto
esperando mi liberación
(¡Navegaría en cualquier madero
podrido, en cualquier barco
atestado de cerdos!)
porque, llegué en la noche
y miré desde la proa las lejanas
luces y escuché los cantos
que bajaban con el viento
y vi cruzar el muelle
a una bella mujer desconocida
de quien nadie me da razón en este puerto.
RAPTO
Sobre los cerros
en un cielo pálido
brilla el lucero
Suelto el ancla y al ruido
chillan los pájaros
Vuelan garzas
Los ganados balan
en el arenal lejano
De la chopa
sale Fidelia peinándose
al fresco del alba
Se vino anoche
conmigo. Me dispararon
tiros, me echaron
lanchas veleras. Pero
"La Sirena" corre.
Tengo una isla para ella.
CALMURA
Rogando al viento
Insultando al viento
hijueputeando al viento
o comprando al menesteroso
con la moneda rabiosamente
arrojada por la borda
—¡Silba al haragán!
— ¡Grítale al viento!
—¡arréalo!
y silba agudo el marino
y revientan los adjetivos contra el duro
SOL
que inmoviliza las aguas.
Pero
no responde la vela
flácida
como el ala de un ave muerta
Arsenio, granuloso
cliente del burdel de Lalita
desesperado de calor
se tira al Lago. Y vemos
la rápida
aleta del tiburón.
Al grito de espanto
como un eco
aflora del fondo
en silencio
la mancha roja.
CONSUELO PARA LA MADRE DEL PESCADOR
No des gusto
a las rugientes
olas llorando
su estrago:
devoraron a tu hijo
a traición —como el taimado
jaguar que nunca
se amansa a la caricia.
Ahora has conocido
al Alevoso.
¡Guárdate
de regocijarlo! Sus aguas
se alimentan
de lágrimas.
EL MIEDO
No cuando el Lago
irritado
y pardo
puma
ruge
y su pesada zarpa
hace crujir
tu lancha
Cuando
terso
susurra brisas
y golondrinas
pían
y se posan
en los obenques
Entonces
el sutil temor
de perder la partida.
NOSTALGIA DE CIFAR
"A veces la lancha
huele a muelle"
dijo Cifar, aflorando
a Fidelia, deseando
volver al hogar y ver
al hijo que ya remaba en las islas.
Regresaban los cormoranes
volvían las garzas
chillando en busca de sus nidos.
EL CEMENTERIO DE LOS PAJAROS
Arribé al islote
enfermo
fatigado el remo
buscando
el descanso de un árbol
No vi tierra
sino huesos.
De orilla a orilla
huesos
y esqueletos de aves,
plumas calcinadas,
hedor
de muerte,
moribundos
pájaros marinos,
graznidos
de agonía,
trinos tristes
y alguna
trémula
osamenta
aún erguida
con el pico
abierto al viento.
Con débil brazo
moví los remos
y di la espalda
al cementerio
del canto.
PESCADOR
Un remo flotante
sobre las aguas
fue tu solo epitafio.
*Selección publicada con el permiso de los herederos de la obra de Pablo Antonio Cuadra.

Pablo Antonio Cuadra (Managua, 1912 - 2002). Poeta nicaragüense, una de las principales figuras del vanguardismo en Centroamérica. A la gran influencia que ejerció su obra en las letras nicaragüenses, debe sumarse su intensa labor como impulsor y difusor de la literatura en el país. Licenciado en derecho, ejerció principalmente el periodismo y la docencia universitaria y desempeñó diversas misiones diplomáticas. Desde 1964 presidió la Academia Nicaragüense de la Lengua. Incorporado desde muy joven a las tendencias vanguardistas, Pablo Antonio Cuadra dirigió junto a Octavio Rocha la revista Vanguardia, en torno a la cual se formó un grupo de jóvenes escritores. Posteriormente se encargó de las publicaciones literarias más importantes que ha tenido el país. Junto con José Coronel Urtecho dirigió en 1935 el periódico La Reacción, órgano de un efímero movimiento político de los exvanguardistas, y estuvo sucesivamente al frente de Los Lunes de La Prensa, Cuadernos del Taller San Lucas (1942-1946), El Pez y la Serpiente (desde 1961) y La Prensa Literaria, suplemento cultural del rotativo La Prensa en el que ejerció su magisterio durante varias décadas. Entre sus poemarios deben destacarse Poemas nicaragüenses (1934), Canto temporal (1943), La tierra prometida (1952), El jaguar y la luna (1959) y Cantos de Cifar (1971), libros en los que reaccionó contra el llamado "rubendarismo" o degradación meramente ornamental del modernismo de Rubén Darío en defensa de una lírica basada en la lengua coloquial, más desnuda y sincera, y despojada de retórica y falsa elegancia. Poeta de la tierra y de sus gentes, desde los años cincuenta su poesía se caracterizó por su riqueza expresiva y simbólica y su inspiración en temas indígenas, e incrementó su aliento narrativo desde Cantos de Cifar. Otros títulos de su producción son Zoo (1962), Doña Andreíta y otros retratos (1971), Tierra que habla (1975), Estos rostros que asoman en la multitud (1976) y Siete árboles contra el atardecer (1980). En 1996 publicó una antología que abarcaba toda su producción hasta la fecha. Autor polifacético y de amplios y variados intereses, Pablo Antonio Cuadra cultivó asimismo la narración breve y el teatro (Por los caminos van los campesinos, 1937; El coro y la máscara, 1991), participó en investigaciones folclóricas sobre literatura y cultura popular y ejerció la crítica literaria y el ensayo en obras comprometidas como Hacia la Cruz del Sur (1936), Breviario imperial (1946) y Sobre la hispanidad y su zozobra (1946). En El nicaragüense (1967), libro de difícil clasificación, indagó sobre la identidad nacional.