El epitafio del sueño
Por Luis Alberto Ambroggio
Pago de vida
Sólo abonaré el polvo,
el éxtasis del olvido.
No me cobren los días de sol
ni las noches de luna llena.
Jamás cantaré el himno del inconsciente
ni el conjuro del odio.
El epitafio del sueño
Quisiera conquistar unos molinos
de manzanas inmortales
dando vuelta al paraíso
con un hechizo que conquiste
la caída y Eva me bese sin muerte,
princesa de las olas liberadas.
Quisiera espacios sin diablo,
monstruos, mutilaciones infelices
del terreno de los pasos
en la dulzura del tiempo.
Inmigrante
Se enriquece con los océanos
y territorios del pasado.
Trae la energía de los vientos
que lo inspiran y construye
nuevas raíces de patria,
anclas y nidos.
Sus alas, manos de siembra
en la ansiedad de lo inesperado.
Hay nuevos hermanos, caines y abeles,
dentro del sudor y su futuro.
Pero despierta la esperanza
en fórmulas, surcos, ladrillos orgullosos.
Venas de sangre nueva
fermentan la humildad de la cosecha.
Crece en todas las páginas
de la historia, huesos, coros,
astros de oro en el horizonte.
Las sombras son calles ahora,
nombres de barrios que cantan
una melodía de logros sin epitafios.
Se han mezclado las horas del polvo
con el cielo, columnas de ultramares.
Anhelos renovados se erigen desde el antes
sin el sacrilegio del olvido;
sí, con la fidelidad del agradecimiento.
Despierta en cada parto.
Es un nosotros sin fronteras,
aunque se lo envuelva en el rechazo.
La sabiduría del río
La algarabía de las gotas
se beben con el festejo de los ojos,
libro de palabras que corre
atraído por la brújula del océano.
Vivir para crecer en el infinito de las olas
y la profundidad de un despliegue vasto,
caja viva de sueños que susurran sin orillas.
La corriente lleva el principio y el fin
en un círculo indefinido y perenne.
El oscuro dogma de la fluidez,
ese lugar que existe en el río de Heráclito,
como palabra que en su cauce nos cautiva
con la contrariedad, la sabiduría de sus cambios,
al ser y no ser durante la inocencia de dos momentos.
Te copio Borges para sentirme el río que somos,
y agotar el absolutismo de las piedras, los decretos,
reconciliando el fluir numeroso de crepúsculos, amaneceres,
en la salvación mortal y eterna de vidas:
las que nos alimentan con la festividad de las aguas.
Influencia
“Y que no me digan
que no he dicho nada nuevo”
Pascal
Le agradezco a mi madre
la sabiduría de su leche;
a mi padre también
el oro de su presencia.
De la familia, maestros,
amigos, sus regalos compartidos
en las olas primitivas del tiempo;
las lecturas del sol, la luna,
la tierra y otras mitologías
de la naturaleza fértil
que se quemaron en mis letras.
Otros dirán que me asemejo
a cada una de esas brisas.
Parece no haber de nuevo nada
en los alientos repetidos,
nacimientos, parábolas, eventos.
Pero todos dialogan en el río
de la humanidad recreada
entre el amor y la muerte
sin otras referencias.
Me confunden igualmente
los significantes, significados
y un bosque de referentes
en el viaje de lo que fue
y de lo que deseo
mientras vivo sin compás
los libros de las bibliotecas.
¿Cuántas manos me habrán llevado
por el laberinto de la búsqueda,
de derecha a izquierda,
en las bifurcaciones del corazón,
las ideas, los hechos y otras rutas?
Caballero sin Quijote,
minúsculo estiércol en la Hierba de Whitman,
Harold Bloom, la sangre de mis venas,
acaso no repique del todo tus notas.
en la huella rebelde de esta metáfora.
Penetrado de raíces,
al fin de la enciclopedia
doy gracias sin angustia
a los que hicieron mi vida,
la anatomía de mi bienaventuranza,
en la primavera de los versos.
Denver, 1de Julio de 2018.
Buenos días, Platón
Y te saludo, aunque nos echaras
de la República, esa de tus ideas,
por ser confabuladores frente al célebre
status quo de divinidades intocables.
Pero no te pudiste deshacer
de los corazones del pueblo
con vocabularios de alma,
que luchan espontáneos
contra el crepúsculo de los sueños
y la enfermedad de lo malvado,
sin falsedad en los papeles, las canciones,
las estrofas y sus ocurrencias,
por encima de las travesuras
del duende de la mentira.
El poeta quiere aullar la vida de todos,
desde el jardín hasta la cama,
con cada surco o ladrillo de sudor,
cima, desierto o valle del camino recorrido
Platón, más allá de Ion y el diálogo,
acaso seamos héroes inconclusos
de la búsqueda sin final de gloria.
Como poetas contamos siempre
la moraleja incierta del amor y de la muerte.
Nos toca el amor, nos toca la muerte,
pero no podemos dejar de contar, Platón,
al margen de doctrinas y prescripciones,
la pasión que compartimos,
en la soledad calma de la rebeldía sabia.
No podemos dejar de contar
con sinceridad entusiasta,
los latidos de los ojos y los cuerpos
entre recuerdos, ilusiones,
imágenes y otros juegos diarios
de la fabulosa sorpresa del destino.
La profecía del mar
A Alfonsina Storni
“¿Quién es el mar, quién soy? Lo sabré el día
Ulterior que sucede a la agonía.”
Jorge Luis Borges
Habitante libre de tus olas,
las gotas infinitas de tus aguas,
te llaman Lucifer, Satán,
pero Cristo milagrosamente te camina.
Vivo en el mar su argucia
y los saltos felices de mi infancia.
También recuerdo el mar de Alfonsina,
la casa tempestuosa de sus últimos cristales,
cuando decidió dormir eterna
y soñar con ramos de flores de coral.
Conozco las playas de Florida, el Pacífico y el Atlántico,
las del Golfo de México, las de Caribe y el Mediterráneo,
sonrisas de olas amigas, vaivenes de misterio,
que iban y volvían en su travesura.
Nunca pensé que fuesen tristes sus espumas, olas.
Siempre vi la luz en los labios de su forma,
estatuas juguetonas, recostadas,
con salpicones de estrellas
que surgían y se desmoronaban
en la gloria del movimiento entretenido.
Consciencia de inconsciente, el mar innumerable
redime con sus besos de amor y, a veces, de furia.
Galería fluída de metamorfosis, monstruos,
mitos recurrentes, dogma de apariciones,
ser de muchas preguntas,
aliado mágico de distancias, revelaciones.
sarcófagos y cielo acogedor de dioses,
Venus, barcas, peces y otros entes
en tu corazón brillante y oscuro.
Mar, el embeleso de tu amplitud y abismo
predice el ajetreo de nuestra existencia
entre vientos, arenas, sol, lunas
y otros arrullos de vida plena.
Vendaval de la pluma
A mis amigos poetas y escritores, Pablo Neruda y Elena Poniatowska, con quienes me une el ferrocarril de mi abuelo.
Con los giros del alma
se escribe el mapa íntimo
y la búsqueda del absurdo
en el infinito inexacto
de las posibilidades.
Galopes de versos oscuros
o brillos de estrellas sin firmamento,
lluvias aletargadas
desde nubes de ideales
y desencantos.
Pájaros, amigos, cantores de sueño,
ilusos virginales, alondras,
palabras de cadáveres
que con amor traicionan la muerte,
¡Federico!
¡Borges!
¡Whitman!
¡Vallejo!
¡Gabriela!
¡Darío!
¡Alejandra!
torrentes de lumbres
deshojadas en millones de abismos
con hambre de alas.
Aquí el corazón se nutre
de sol, entre éxtasis y preguntas,
en el mar del vuelo,
el bosque de los dioses,
el beso de la flor.
¡Te amo, Maravilla!
Denver, 11 de Diciembre de 2018
El enigma del réquiem
A Alejandra Pizarnik, Paul Celan,
Silvia Plath, Alfonsina Storni, Mercedes
Carranza, Francisco Udiel Ruiz y otros
poetas que conocí antes de suicidarse.
“¡Qué fracaso tan alto contra el sueño!”
Eunice Odio
Les duele el alma y no saben por qué,
desearían ser abandonados en un hueco supremo.
Sus padres muertos sin santidad de festejo.
Sentían tormentos de sangre en perennes crepúsculos.
Corazones despedazados digerían ruinas,
lluvias de tristezas y desalientos.
Creían estar caminando por un sótano de rechazos,
el polvo de un terror encarnado.
Sufrían los robos de quienes se especializan
en quitar alegrías, logros, sembrar llagas de penurias.
Se fugaron las simpatías en el parque de los inviernos,
caligrafía de un olvido inexplicable.
No podían agarrarse de Dios porque había muerto
ni de otras melancolías alentadoras,
menos aún del amor que había consumido
el monstruo de los desprecios.
Desapareció la compañía, el abrazo.
Se borraron las musas. Ya no los tocaban los ojos,
vientos de bosque, labios, manos ni palabras.
Vivía en sus mentes el cuervo de una pesadilla
rumbo al aniquilamiento, el preámbulo
de la total ausencia, el desamparo del silencio,
las amarguras de abejas desconcertadas.
Solo el suicidio les regalaba una noche apetecida.
Luis Alberto Ambrogglio Escritor hispano-estadounidense, perteneciente a la Academia Norteamericana de la Lengua Española, la RAE, calificado por la Casa de América como “Representante destacado en la vanguardia de la poesía hispanoamericana en los Estados Unidos". Autor de más de 25 libros, entre ellos: Estados Unidos Hispano (2015), Los habitantes del poeta (1997), Laberintos de Humo (2005), La arqueología del viento (2011; 2013 International Latino Best Book Award), Todos somos Whitman (2014), En el Jardín de los vientos. Obra Poética 1974-2014 (2014). Reconocimientos y Premios: Simón Bolivar, Fullbright Hays, Orden José Martí, Dr.Honoris Causa, Medalla Trilce, Nominado al premio Reina Sofía. Traducido a doce idiomas, su obra ha sido seleccionada para el Archivo de Literatura Hispano-Americana de la Biblioteca del Congreso de EE.UU.