Pequeña antología poética
Por Lourdes Ferrufino
Lección onírica
Todavía sueño con bosques de caminos enrevesados
que me llevan siempre al mismo sitio
una pradera a cielo abierto
donde una serpiente gigante espera mi llegada
me observa y pretende morder mi vientre.
Consulto un manual de interpretación de sueños
ninguna respuesta me tranquiliza
así que anoto esta glosa en el capítulo sobre animales:
aquella piel remota no te cubre más
hoy te reviste
un amor terriblemente insospechado.
La caída es brevísima
De alguna forma sabés que el viento favorece tu ascensión.
Cualquiera en tu lugar
prefiere el desprecio o el desamparo
entonces la madrugada
te descubre asomándote al abismo.
El cielo apenas se sostiene
en el vértice de la única lengua
capaz de dictar tu rumbo a los impostores.
De alguna forma lo intuís. La caída es brevísima
cuando los faros encubren el punto de colisión.
¿Qué dirán de tu vuelo fatal?
¿quién recordará tu oración dicha a deshoras?
De alguna forma sabés que ellos evitan
la vergüenza de ser el caído
en consecuencia, perseguirán tu rastro
si sospechan tu firme intención de habitar
el pináculo más codiciado por los hombres.
La casa y la noche
A esta hora somos cuarzo y sangre.
Permanecemos inmóviles junto al reloj de salón
hasta que el paisaje nocturno se adentra lentamente
en esta casa de santuarios y ritos anacrónicos.
La noche nos hace imitar el acento de otra estirpe
enmendar nuestras faltas con la piedad
de una nodriza metódica que acoge
a sus pequeños parias de labios quemantes.
Nos hace apreciar la simpleza de lo exterior:
la oscuridad altera toda visión permitida.
Nuestra casa y la noche
habitadas por perfumes incendiarios
mi vientre mineral y tu temor al silencio.
Arrullados por la incredulidad
caemos en el sopor afanado del alba.
CANCIÓN PARA EL HIPOCONDRÍACO
No demores el sueño ni la conversación.
Pequeñas pestes
ingresan por los jardines
en busca de tu tejido pulmonar.
Se hace tarde
las horas no te permiten
soñar con pájaros ficticios.
Apenas hay señales
de un amor antediluviano
por el que vale la pena
esperar con lámparas encendidas.
La casa enmudece.
Afuera regurgitan los transeúntes
por piedad o desgracia.
Mientras vos soñás contento
los enfermos
meditan
copulan
se multiplican.
BREVE PESAR POR EL BIEN OMITIDO
A Denny
Volvés a casa con los ojos irrumpidos por el asombro.
Las piernas fuertes y los hombros derrotados.
La noche expira
no consigue sucumbir tu necesidad
de comprender por qué no te gustan los amplios silencios
o la sospecha que te produce la risa de un desconocido.
Poco útil te resulta este acto de contrición
si no logras ahogar el murmullo
de la nostalgia golpeándote los párpados.
La noche expresa
ritos afincados en la plenitud del invierno.
Las esquinas parecen retener una noticia nefasta
que impregna la atmósfera y las bocas húmedas.
La multitud te confunde con una sombra errante
sin saber de tu predilección por la inmutabilidad.
Otro tiempo fuiste semejante a mil bisontes
ahora, advertís la llegada de una impensada sequía de fe.
Lourdes Ferrufino, Santa Rosa de Lima, La Unión, 1992. Licenciada en Letras por la Universidad de El Salvador (UES - FMO). Se dio a conocer por el Certamen Literario de Mujeres La flauta de los pétalos (2015) organizado por el Centro de Estudios de Género de la UES. Dirige los ciclos de poesía La Página Desértica. Aparece en el Índice general de poetas salvadoreñas Las muchachas de la última fila (Zeugma editores, San Salvador, 2017) y Poeta Soy. Poesía de mujeres salvadoreñas (MINED, San Salvador, 2019). Parte de su poesía se ha publicado en el Suplemento Tres Mil del Diario Co Latino, Revista Cultura n.º 121 y diversas revistas digitales. Plaquettes publicados: La Espina Etérea (poesía, San Miguel, 2016) Diluvio (poesía, San Salvador, 2017). Se dedica a la docencia.