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Introducción:
El primer encuentro


Por Karly Gaitán Morales 

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Un claquetazo de luz y de brillo abre la primera escena de la vida literaria de Sergio Ramírez a los doce años de edad en 1954, cuando ganó el primer lugar en un concurso de cuentos convocado por Radio Mundial con participación de radioescuchas de todo Nicaragua; y a los trece años su debut en los diarios con una publicación en La Prensa Literaria, para dar inicio a una larga carrera como escritor que he admirado desde que me encontré con su magnífica obra en mi infancia a fines de los años ochenta. En ese tiempo a mis manos y a las de mis hermanas llegaban libros de autores latinoamericanos, revistas de todos los tiempos y países, selecciones de cuentos, enciclopedias y poemarios en inglés, esperanto y español, idiomas que mi padre domina e incluso, su biblioteca estaba divida en secciones por idiomas y después por temáticas, y ocupaba una importancia privilegiada el espacio de los libros de música para piano, pues él se ha dedicado desde muy joven a su trabajo como pianista, profesor de música y director de coro.

Un libro muy especial, que podría decir que fue el primero que leí de tapa a tapa sin aburrirme fue Cuento nicaragüense, reeditado por la Editorial Nueva Nicaragua en 1986, que contenía una recopilación de los cuentos populares del Tío Coyote y el Tío Conejo, que fácilmente los niños pueden leer. Era una selección con introducción y notas de Sergio Ramírez, así fue como el nombre comenzó a volverse conocido para mí, porque también aparecía en los editoriales de la revista Nicarauac, en el suplemento cultural Ventana, en otro libro de cuentos y, poco después por todos lados se hablaba de él gracias a la publicación de su novela Castigo divino en 1988, que en mi casa mis hermanas y sus amigos leyeron al estilo club de lectura, pues solo tenían un ejemplar para todos. Al mismo tiempo descubrí para mi felicidad a Rubén Darío, Fernando Silva, Fernando Centeno Zapata, Mariano Fiallos Gil, Salomón de la Selva, Lizandro Chávez Alfaro y muchos otros autores nicaragüenses e hispanoamericanos.

Sin embargo, mi primer encuentro real con Sergio Ramírez no fue en un escenario literario sino de manifestación política, ambiente de calle y un patriotismo popular exagerado durante la campaña electoral de 1989 y principios de 1990 cuando visitó, como parte de sus giras, las colonias, barrios y residenciales de Managua. Mi madre me llevó a ver a «Cheyo», como gritaba la gente en la congregación masiva que se formaba en la calle principal de la Colonia 14 de septiembre y se amontonaba alrededor de una tarima adornada con flores y banderines rojinegros. Llegamos desde la tarde y mi madre, para distraerme cuando comenzaba a quejarme de dolor en los pies, me compraba un algodón de azúcar o un cono de helado. Y estaba ella vestida de blusa amarilla de chifón, con su seria mirada oculta en unos Ray-Ban aviadores y sacando monedas de su elegante cartera de mano color rojo brillante, esperando a Sergio con tenacidad, pese a que no llegaba, se hacía de noche, que las horas pasaban o que yo lloraba diciendo que quería irme.

Un poco oscuro estaba ya cuando la multitud comenzó a alborotarse, «ya viene», corría el rumor porque se trataba de una caminata con los líderes políticos de la colonia, los héroes locales y las madres de los mártires, así que todos dejaban lo que estaban haciendo para ir a verlos. Era como si se detenía la escena que ocurría en ese gran plató que se ubica en mis recuerdos, lleno de mucha gente y elementos varios como una pintura primitivista. Llegaron primero los cuerpos de seguridad porque Sergio Ramírez, siendo entonces vicepresidente de Nicaragua, contaba con sus propios guardas y nosotras nos acercamos. De pronto aquel señor de rostro amanzanado, tez morena, hoyuelos profundos en las mejillas, cabello peinado —como hasta ahora— hacia un lado cubriendo la mitad de su frente, ojos oblicuos y, ante la impresión de una niña de nueve años, altisísimo, subió a la tarima recibido con vivas, ovaciones y aplausos. Al parecer yo era la única persona que estaba interesada en conocerlo como escritor y noté que de verdad era muy parecido, idéntico, el mismito que se miraba en las fotos de los libros y sobre todo en la contratapa de Castigo divino que traía una foto donde estaba él sentado con un retrato enmarcado de Rubén Darío de fondo. 

Los discursos no los recuerdo, pero sí el final del evento cuando unos líderes de la comunidad sandinista subieron para obsequiarle un bate de béisbol de madera, pintado en colores rojo y negro. Él lo tomó en manos: «Esto es para darle un home run al enemigo». Su comentario fue respondido por la multitud con excitación. Bajó de la tarima para continuar su caminata hacia la Colonia Nicarao, yendo sobre la calle principal de la Colonia 14 de septiembre, cuando mi madre y yo nos acercamos para verlo bien y tal vez saludarlo, pero no pudimos porque la gente se abalanzó sobre él estrechándole los brazos. 

Esa imagen permaneció por años en mi memoria como un sueño, una ilusión. ¿Había sido cierto? ¿O era uno de esos recuerdos creados de la infancia que los padres y hermanos mayores, con sus relatos, se encargan de inocular en la imaginación de una niña cuyo cerebro percibe y graba episodios tanto ficticios como reales, que en el futuro mezclará y serán vívidos «recuerdos»? No. 

Veinte años después, investigando en la biblioteca del Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica (IHNCA-UCA) en Managua para tres libros sobre historia del cine en Nicaragua que escribí, encontré sin querer y sin esperarlo, una nota publicada en el diario Barricada el 21 de enero de 1990 con el titular La 14 y la Nicarao insurreccionadas con visita de Sergio, que por supuesto llamó mi atención porque un recuerdo escondido en lo recóndito de mi cerebro comenzó a aflorar. Leí la nota completa con detención y el pulso acelerado comprobando que cada detalle de mi recuerdo se contaba en la noticia, incluso se describe el comentario del bate de béisbol y los autógrafos que llegaron a pedirle con ejemplares de Castigo divino en manos. Era increíble, fue como revivir toda la infancia en un solo segundo, no podía ser que un recuerdo vago de una niña fantasiosa estuviera tan acorde con lo que sucedió en realidad. 

El segundo encuentro con el escritor fue a principios del siglo veintiuno cuando estaba en la universidad y en un curso de escritura creativa se nos recomendó su libro Cuentos completos y analizamos varios relatos con cierta metodología de crítica literaria, semiótica y análisis del discurso, así que me entusiasmé, fui a visitarlo a su oficina en 2004 y le hice la primera entrevista. Había querido hacerla desde que en marzo de 1998 el regalo de cumpleaños que recibí por alcanzar la mayoría de edad —en Nicaragua es a los 18 años— fue un ejemplar de su novela Margarita, está linda la mar, recién salido de imprenta en España —Premio Internacional Alfaguara de Novela 1998— y se despertó mi inquietud por escribir un artículo sobre la obra, que se publicó ese año en el diario La Prensa. De ahí en adelante, como reportera de cultura de Nuevo Amanecer Cultural e instruida por los editores Luis Rocha Urtecho y Onofre Guevara López, cubría sus eventos literarios, presentaciones de sus libros o talleres de creación y escritura, así como lo hacía para otras actividades culturales de otros autores y artistas nicaragüenses.

Parte de esas publicaciones se encuentran reunidas en esta selección especial e incluso algunos trabajos inéditos que por su extensión no lograron ser publicados antes. Poco después de conocerlo —año 2004— le presenté los borradores de mi primer libro de cine A la conquista de un sueño. Historia del cine en Nicaragua (FUCINE, 2014) y con sus revisiones y correcciones se convirtió en el editor de esa obra junto con el cineasta nicaragüense Fernando Somarriba de Valery. Su renombre dio un empuje muy grande a ese libro y mientras lo revisábamos minuciosamente —corrigió tres borradores entre 2007 y 2012— fui contratada por su oficina para colaborar por unos años como su relacionista pública y responsable de comunicaciones, lo que me permitió conocerlo con más acercamiento y me llevó a admirar más su grandeza como autor y su genio creativo. Desde abril de 2018 represento el cargo de presidente del Centro Nicaragüense de Escritores (CNE) —uno de los más importantes gremios de escritores de Nicaragua— y Sergio Ramírez fue director de la revista literaria de esta institución, El Hilo Azul, durante este tiempo, por lo que las relaciones profesionales han perdurado hasta 2020.

Este libro ha sido elaborado para rescatar del olvido y de su condición como episodios circunstanciales en suplementos literarios —que hoy han desaparecido de la circulación nacional— estas piezas periodísticas que nos muestran a Sergio Ramírez desde distintas facetas a lo largo de sus 58 años de vida literaria, justamente después de haber recibido el Premio Miguel de Cervantes en 2017 y que va en camino de un Premio Nobel de Literatura que todos sabemos que recibirá muy pronto. 


 

Karly Gaitán Morales 

Managua, 2021.

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Karly Gaitán Morales es comunicadora social con énfasis en prensa escrita y cuenta con un posgrado en periodismo de investigación. Ha sido editora de revistas digitales e impresas, jefa de secciones literarias y de cultura de periódicos y revistas, colaboradora con artículos de cultura en suplementos y revistas de América Central, España, México y Francia. Fue colaboradora en relaciones públicas y comunicaciones del escritor Sergio Ramírez y del Festival Centroamérica Cuenta; es historiadora y crítica de cine, actualmente presidente del Centro Nicaragüense de Escritores (CNE). Sus libros han sido publicados en México, España y Nicaragua. Ha sido invitada a participar en festivales y encuentros internacionales de cine como: Taller de Cine Alemán (Costa Rica, Goethe Institute, 2015), Festival Internacional de Cine de Cannes 2016 (como guionista y productora de cine), Festival Internacional de Cine de La Habana 2016 (como guionista), Festival Internacional de Cine de Costa Rica 2016 (como crítica), el Festival Internacional de Cine de Guadalajara 2017 (como crítica), el Festival Internacional de Cine Las Américas de Austin, Texas 2017 (como guionista y productora de cine) y el Festival Internacional de Cine de Costa Rica 2017 (como crítica). Productora y autora del texto investigativo del filme Hasta con las uñas. Mujeres cineastas de Nicaragua (Tania Romero, Nicaragua, 2016), merecedor del premio al mejor cortometraje documental centroamericano en el Festival Internacional de Cine Ícaro en 2016 y el premio al mejor cortometraje latinoamericano en el Festival de Cine de Nueva York el mismo año. Como periodista ha sido editora de las revistas La investigación y Espacio Vital Magazine, articulista de los suplementos culturales nicaragüenses La Prensa Literaria, Nuevo Amanecer Cultural y de la sección Voces de La Prensa. Actualmente escribe en columnas fijas en las revistas culturales centroamericanas Carátula (sección Cine) y Casi Literal (columna La Ventana Discreta); y ha escrito colaboraciones para las revistas Actúa (España) y El Café Latino (Francia). Se ha dedicado a la investigación documental, la historia del cine y a la gestión y desarrollo de proyectos y consultorías con organismos como Plan Internacional, CINEX, la UNESCO y la fundación FUCINE. Es coeditora del libro de cuento nicaragüense Nicaragua Cuenta, publicado en España por la editorial Prensas de la Universidad de Zaragoza y el Gobierno de Aragón en 2018, con prólogo de Sergio Ramírez, presentado ese año en España, Panamá y la FIL Guadalajara, México. En 2020 se publicó en España por la Editorial UOC el libro Un lugar en el mundo. El cine latinoamericano del siglo XXI en 50 películas en la colección Filmografías esenciales y coordinado por el crítico de cine español Eduardo Guillot, del que es coautora junto a nueve críticos hispanoamericanos. Este año la editorial norteamericana Casasola Editores ha realizado la traducción al inglés de su libro Cita con Sergio Ramírez. Entrevistas, artículos, crónicas y lo ha publicado en Estados Unidos con el título Encounter with Sergio Ramírez: Interviews, Articles, Chronicles.

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