NARRATIVA

Miedo, pero no cobardía: guerreros en una pandemia
Por Juan Carlos Mendoza
Hemos descendido al infierno, tocado fondo y bebido a veces demasiado. Lo frágil de la salud nos ha pasado factura, nunca ser médico significó una amenaza a nuestra existencia. Después de ver la muerte en nuestros pacientes la vimos acabar con amigos, compañeros y familia. Ir a trabajar nos dejó pensando en si seríamos los próximos o si sobrevivimos nunca seríamos los mismos. La fragilidad humana nunca nos vio con tal indiferencia. El sanador se convirtió en guerrero, en una guerra injusta, sin armas, sin esperanza y sin guía. Pero esto será sólo un recuerdo sórdido de las pesadillas y mañana volveremos a disfrutar del arte de sanar a pesar de nuestros dolores y penas. Nunca sanar adquirió tanto sentido y valor. Nunca fue llevado con tanta dignidad por los que murieron en la lucha. Nunca se nos borrará de la memoria colectiva ese gran momento en que realmente nos convertimos en MÉDICOS.
En un principio nos invadió el miedo... Miedo, pero no cobardía.
Ya no es un día normal, a pesar de que escuche constantemente la canción de Juanes. El trabajo se volvió algo alejado de la rutina. Sales y te encomiendas a Dios o a la suerte, depende de las creencias incrustadas. Siempre lo hacía en la mañana temprano, pero estas últimas semanas han adquirido otro sentido. No se trata de un simple trabajo, ese de cortar, invadir, suturar y ¡nos vamos! En la mayoría de los casos el héroe sale a platicar con familiares y esa sensación que salvaste una vida no deja de afectarte ese super Yo hipertrofiado. Nada tiene el mismo sabor, es una guerra. La batalla sabemos es en el hospital, pero la muerte te acecha en cualquier lugar. Me acompaña mi equipo de primera línea, un frasco con cloro diluido, alcohol gel, mis lentes de protección personal (los tuve que comprar por que el Estado no tiene), mascarillas.
Operé a un paciente que ahora está en cuidados intensivos con neumonía. ¿Será o no? ¿Está infectado del Coronavirus, la plaga de moda? ¿Me protegía lo suficiente? ¿Mi equipo en sala de operaciones estaba protegido lo suficiente?
Cualquier alusión a las películas de guerra se queda corta, cada vez que toca estar en esa emergencia, en ese quirófano; esa que vemos del soldado en la trinchera donde el campo de batalla lo llevó ingenuo e inexperto.
Miedo, sí, pero no cobardía. Solo lamentaría dejar a mi familia. No verlos me aterra, los nietos que no disfruté, esa luna coqueta que hipnotiza, el profundo azul del mar, los besos no dados, mis amigos y hermanos. El dolor de una madre que llora, la usencia del padre, la economía de la casa. La incertidumbre de la muerte que acecha. No elegí este papel de héroe, yo quería curar muchos y no morir lento y sin aire. Pero le vida nos trajo aquí, ingenuos y sin preparación.
Miedo, pero no cobardía, la certeza de lo que amamos nos volvió poetas, y preparados para ver frente a frente lo que muchos no encontraron por acá, un pedazo del infinito lleno de incertidumbre. Nunca imaginamos que seriamos guerreros en una pandemia.
Cierto día me escabullí por la puerta de cuidados intensivos, aprovechando un descuido; pero la enfermera me increpó al desconocerme. Llevaba puesto todo mi equipo de protección, apenas nos vemos los ojos y la voz no se escucha por las máscaras (que no son las sociales), éstas ahora nos mantienen a salvo. Busco al paciente post operado de apendicitis complicada. Le dije: soy el cirujano.
Hace 3 días un señor mayor con neumonía por SARS-COV-2 sufrió apendicitis. Por supuesto el temor, la indecisión y todo el desastre de la pandemia lo orilló a quedarse en casa 4 días. Si usted tiene un problema con la infección y la neumonía, solo imagínese agregar una apendicitis. Lo operamos como siempre, extremando medidas, recordando a mis amigos fallecidos, el último hace un día. Era mi compañero de guardia por más de 15 años y como canta Bose "Un tío de la puta madre". Murió de una reinfección, al igual que mi amigo intensivista. Se me pasan por la mente tantas cosas: ¿Cómo se contagiaron? ¿Se cuidaron lo suficiente? ¿Me voy a infectar?
A mi paciente lo durmieron parcialmente con un bloqueo de la cintura para abajo, no se debe intubar. Si se procede a colocarlo en ventilación asistida bajo anestesia general es posible que se agrave y muera. Operar una apendicitis complicada con un paciente que tose constantemente debería ser considerado como un deporte extremo. Logramos salvarle la vida por unos días... ¿Lo matará la maldita neumonía?
Luego pregunté dónde está mi amigo cirujano de una ciudad pequeña; nos graduamos en 1999. Durante 3 años de residencia y compartir dolor, desvelos, hambre, vocación por ayudar a curar a gente cortando y reparando; te conviertes en hermano y dejamos de ser amigos; y aunque la distancia nos separa a veces sabemos que estamos unidos por algo más profundo que ser compañeros, solo los que han vivido esa experiencia de hermandad hospitalaria como un hecho que trasciende los vínculos de la sangre pueden entender.
Me acerqué sigiloso, había una enfermera a la orilla de la cama que le hablaba tiernamente para que tomara unas píldoras. Por un momento pensé que era su esposa por lo cálido del trato. Le sostenía la cabeza para que tragara.
En ese momento hice un esfuerzo para hablar y para que escuchara mi voz a través de la máscara. Tuve que componer mi garganta para poder articular palabras: "qué pasó mi hermano... tiene que tomarse los medicamentos, no me diga que anda de rebelde", le dije con esfuerzo. Se encontraba boca abajo con los brazos extendidos como crucificado en una cama. Le habían quitado la máscara de oxígeno para que tomara sus píldoras.
Sonrió leve al reconocer mi voz con gran esfuerzo y volvió a intentar tragar con un gesto heroico. La enfermera limpió gentil el agua derramada en el colchón. Me asustó el color azul de su piel y observé que su saturación estaba en 55%, eso solo por tomar su medicina. Le colocaron su máscara con oxígeno, y vi subir poco a poco su nivel de saturación hasta llegar a 94%. No pude contener mis ojos inundados, le dije unas palabras que salieron del corazón, no del discurso preparado... "A luchar, tigre" . Hace mucho tiempo no lo hacía, puse mis manos separadas del látex de mis guantes sobre él y dije una oración, siempre lapidaria porque terminó en “Que se haga Tú voluntad y no la mía".
No sé qué pasará con él, está luchando como una fiera, pero el futuro es tan incierto como mis oraciones.
Me desinfecto, me quito la bata, pongo alcohol gel en mis manos, me seco los ojos inundados; reviso mi teléfono, el residente me dice que tenemos quirófano para operar a otro paciente Covid-19 positivo. En el trayecto miro mensajes, mi esposa me cuenta chismes recientes, observo fotos de Facebook: amigos de viaje, otros degustando un rico vino. A mi memoria se viene el color azul de la piel de mi compañero, luchando para tomarse una píldora. Algo me está pasando, y creo que es difícil de tolerar... la muerte está más cerca que nunca.
En la actualidad hay incertidumbre y miedo. El miedo es la peor de las pandemias. La humanidad no terminará, hemos sobrevivido a peores circunstancias históricas: peste, influenza, sarampión, viruela, VIH, ébola, H1N1, los seres nos adaptamos y cambiamos, es una virtud admirable; las vacunas aparecieron. La muerte sigue siendo un vínculo para la reflexión y me asusta ver tanta "gente de fe" muerta de miedo... sumidos en depresión y en un absoluto estado escatológico apocalíptico. Este es el momento de ser positivos, de jugar con los hijos y compartir con ellos, de apreciar a la mujer o el hombre que tiene al lado, no importa lo impertinente que a veces le parezca; de decir "te quiero" con frecuencia y "sin mascarilla", de abrazar sin protección con los brazos amplios a la vida. De valorar a nuestros padres, los que los perdimos a alguno sabemos que lo que no se hizo en vida solo sirve para lamentarse, de decirles "gracias". Es tiempo de ser solidarios con el vecino, el indigente, el conductor, con la señora que trabaja en aseo, de valorar al equipo de salud agotado y muchas veces frustrado, acusados de terroristas y mediáticos. Señores, lo único que queremos es que todo termine y seguir siendo lo que somos: Sanadores.

Juan Carlos Mendoza, Cirujano General UNAH, Hospital de Especialidades Médicas IHSS, Honduras Medical Center.