Conversación con Jiddu Krishnamurti
Jiddu Krishnamurti (Madanapalle, India, 1895-California 1986) es uno de los más apasionantes pensadores del siglo XX. Entrenado desde los 14 años para liderar la Sociedad Teosófica, abdica de su liderazgo y consecuente mesianismo a los 34 tras declarar que toda organización religiosa, al igual que los nacionalismos, genera divisiones entre los hombres. Krishmanurti empleó los siguientes 57 años dando charlas alrededor del mundo. También fundó escuelas de primaria en Estados Unidos, India e Inglaterra.
Su gran preocupación fue la infelicidad o la irresolución de los conflictos. En sus diálogos y charlas explicó incesantemente y de diversas maneras el sutil y complicado funcionamiento de la mente, casi siempre paralizada en fragmentarias imágenes del pasado. La fundación Krisnamurti, a la que agradecemos el permiso para reproducir el texto que sigue, difunde tanto la obra escrita como las charlas del filósofo. Estas últimas han sido publicadas en YouTube.
BROCKWOOD PARK,
30 DE AGOSTO DE 1977

Krishnamurti: Con todas sus experiencias, con todo su conocimiento, con toda la civilización que tienen detrás de sí y de la cual son el resultado, ¿por qué no hay compasión en sus vidas cotidianas? Para descubrir por qué no tienen compasión, por qué la compasión no existe en el corazón y la mente del ser humano y en su perspectiva de la vida, ¿no debería usted preguntarse también, como yo le pregunto, si de verdad ama a alguien?
Interlocutor: Señor, yo me pregunto qué es el amor.
K: Por favor, señor, le estoy preguntando muy respetuosamente si ama en absoluto a alguien. Puede que ame a su perro, pero el perro es un esclavo. Aparte de los animales, los libros y la poesía y el país, ¿ama usted a alguien? Eso significa no esperar nada a cambio, no esperar nada de la persona a la que ama, no depender en absoluto de esa persona. Porque si depende, entonces comienzan los celos, el temor, la ansiedad, el odio, la ira. Si está apegado a alguien, ¿es amor eso? ¡Descubra! Y Si todo eso no es amor -sólo estoy preguntando, no digo que lo es o que no lo es-, ¿cómo puede usted tener compasión? Preguntamos por algo que es mucho más que el amor cuando ni siquiera sentimos el simple amor normal por otro ser humano.
I: ¿Cómo encuentra uno ese amor?
K: No quiero encontrar ese amor. Todo cuanto quiero es eliminar lo que no es amor, quiero estar libre de los celos, del apego.
I: Eso significa que no debemos tener fragmentación.
K: Señor, eso es mera teoría. Descubra si ama a alguien. ¿Cómo puede amar si se interesa en sí mismo, en sus problemas, en sus ambiciones, en su deseo de triunfar, en su deseo de tantas cosas, de ponerse a sí mismo en el primer lugar y al otro en el segundo? O al otro primero y usted segundo, es la misma cosa.
¡Hemos formulado tantas preguntas! ¿Podemos sentarnos e investigar juntos si uno puede estar libre del apego, comprender siquiera verbalmente que el amor no puede existir cuando hay celos o apego? Entablaré un dialogo conmigo mismo y ustedes tendrán la bondad de escuchar. ¿De acuerdo?
Escuchando esto que se dice, me doy cuenta de que no amo. Esto es un hecho. No voy a engañarme a mí mismo. No voy a fingir con mi esposa que la amo. Ahora bien, antes que nada, no sé qué es el amor. Pero sí sé que soy celoso; sé que estoy terriblemente apegado a alguien y que en ese apego hay temor, celos, ansiedad y un sentido de dependencia. No me gusta depender, pero dependo porque me siento solo y soy tratado a empujones por la sociedad, en la oficina, en la fábrica; y vuelvo a mi casa para sentirme cómodo, en compañía, para escapar de mí mismo. Dependo, pues, de esa persona, estoy apegado a ella. Ahora bien, me pregunto cómo voy a liberarme de este apego si no sé qué es el amor. No voy a fingir que amo a Dios, que amo a Jesús, que amo a Krishna; descarto toda esa insensatez. ¿Cómo puedo liberarme de este apego? Tomo esto sólo como un ejemplo.
No escaparé del apego. ¿Correcto? No sé en qué irá a parar esto con mi esposa; cuando esté de verdad desapegado de ella, nuestra relación puede cambiar. Ella podría seguir apegada a mí y yo podría no estar apegado a ella, ni a ninguna otra mujer. ¿Comprende? No se trata de que yo quiera desapegarme de ella y unirme a otra mujer; eso es tonto. ¿Qué haré, pues? No escaparé de las consecuencias de estar completamente libre de todo apego. Voy a investigar. No sé qué es el amor, pero veo muy claramente, definidamente, sin ninguna duda, que el apego a una persona significa miedo, ansiedad, celos, posesión y demás. Me pregunto, pues, cómo podré verme libre del apego. Quiero liberarme de él, pero no sé realmente cómo. Estoy dialogando conmigo mismo.
Comienzo, pues, a investigar. Entonces quedo preso en un sistema. Soy atrapado por algún gurú que dice: «Te ayudaré a desapegarte; haz esto y esto, practica esto y esto». Deseo liberarme del apego y acepto lo que dice el hombre tonto, porque veo la importancia de estar libre y él me promete que si hago estas cosas, tendré una recompensa. Por lo tanto, quiero estar libre a fin de tener una recompensa. Veo, pues, cuán necio soy: deseo estar libre del apego y quedo apegado a la recompensa.
Yo represento al resto de la humanidad -y de veras es eso lo que quiero decir-; por lo tanto, si sostengo un diálogo conmigo mismo, estoy llorando internamente. Esto es una pasión para mí.
No quiero estar apegado y, sin embargo, me descubro apegándome a una idea. Es decir, debo liberarme, y el libro escrito por alguien o la idea de alguien dice: «Haz esto y tendrás aquello». Por consiguiente, la recompensa se convierte en un apego. Entonces me digo: «Mira lo que has hecho. Ten cuidado, no quedes preso en esa trampa. Ya se trate de una mujer o de una idea, eso sigue siendo apego». He aprendido que, al canjear el apego por otra cosa, no me he librado del apego. Así que ahora estoy muy atento. Entonces me pregunto: «¿Qué he de hacer? ¿Hay un modo de liberarme del apego? ¿Cuál es el motivo de que quiera verme libre del apego? ¿Es debido a que resulta doloroso? ¿Es porque deseo alcanzar un estado donde no haya apego ni temor ni nada de eso?». Por favor, siga lo que estoy diciendo, porque yo le represento a usted. ¿Cuál es mi motivo al querer liberarme? De pronto me doy cuenta de que un motivo indica una dirección, y que esa dirección dictará la naturaleza de mi libertad. ¿Por qué tengo un motivo? ¿Qué es el motivo? Un motivo es un movimiento, una esperanza de lograr algo. Así, pues, el motivo es mi apego. El motivo se ha vuelto mi apego; no sólo la mujer, la idea o una meta, sino mi motivo: «debo tener eso». Por consiguiente, siempre estoy funcionando dentro del campo del apego. Estoy apegado a la mujer, al futuro y al motivo. Me digo, entonces: «¡Dios mío, esto es algo tremendamente complejo! No me había dado cuenta de que estar libre del apego implica todo esto».
Ahora lo veo tan claramente como si viera un mapa: veo los poblados, los caminos laterales, las carreteras principales. Entonces me pregunto: «¿Es posible para mí liberarme del motivo al cual estoy apegado, estar libre de la mujer por la que siento un gran apego, y también estar libre de la recompensa que espero obtener cuando me libere? ¿Por qué estoy apegado a todo esto? ¿Es que en mí mismo soy insuficiente? ¿Es porque me siento muy, muy solo y quiero escapar de esta extraordinaria sensación de aislamiento y, en consecuencia, me aferró a algo, a un hombre, una mujer, una idea, un motivo? ¿Se trata de esto, de que me siento muy solo, aislado, y escapo de ese sentimiento extraordinario mediante el apego a otra persona?»
Así, pues, no me interesa en absoluto el apego. Me interesa comprender por qué me siento solo, cuál es la razón de que me apegue. Me siento solo, y esta soledad me ha forzado a escapar mediante el apego a algo o a alguien. En tanto me siga sintiendo solo, ésta es toda la secuencia. Así que debo investigar por qué me siento solo. ¿Qué significa esta soledad? ¿Cómo surge? ¿Es instintiva, innata, hereditaria, o es mi actividad diaria la que está generando este sentimiento de soledad?
Formulo estas preguntas porque no acepto nada. No acepto que sea un instinto y que por eso no pueda evitarlo. No acepto que sea un producto de la herencia y que, debido a esto, yo no tenga la culpa. Como no acepto ninguna de estas cosas, pregunto: «¿Por qué existe este sentimiento de soledad?». Lo pregunto y permanezco con la pregunta, no trato de encontrar una respuesta. Me he preguntado cuál es la raíz de este sentimiento de soledad, y observo atentamente, no intento hallar una respuesta intelectual, no intento decirle a la soledad lo que debe hacer, o lo que ella es. La observo a la espera de que ella me lo diga.
Hay un estado de vigilancia para que la soledad se revele a sí misma. Y no se revelará si escapo, si temo, si la resisto. Así que la observo. La observo de modo tal que ningún pensamiento interfiera, porque esto es mucho más importante que la intervención del pensamiento. Toda mi energía está dedicada a la observación de esta soledad; por lo tanto, el pensamiento no interviene en absoluto. La mente es retada y tiene que responder. Cuando usted debe afrontar un reto, esa es una crisis. En una crisis tiene usted toda la energía, y esa energía perdura si nada interfiere con ella. Éste es un reto al que hay que responder.
I: ¿Cómo podemos aferramos a esta energía? ¿Cómo podemos hacer algo en relación con esta energía?
K: La energía afluyó. Usted ha perdido de vista toda la cosa. Mire, empecé por sostener un diálogo conmigo mismo. Pregunté: «¿Qué es esta cosa extraña llamada amor?». Todos hablan del amor, escriben acerca de él; hay poemas románticos, pinturas y demás, está el sexo y toda la confusión que implica. Y me pregunto si tengo esta cosa llamada amor, si hay una cosa como el amor. Veo que el amor no existe cuando hay celos, odio, miedo. De modo que no me intereso más en el amor; me intereso en «lo que es», o sea, en mi miedo, en mi apego y en el porqué de mi apego. Digo que una de las razones -no toda la razón- puede ser que me siento solo, desesperadamente aislado. Cuanto más envejezco, más me aíslo. De modo que observo esto. Descubrirlo es un reto y, debido a que es un reto, toda la energía está ahí para responder. Esto es siempre, ¿verdad? Cuando hay una muerte en la familia, eso es un reto. Si hay alguna catástrofe, un accidente, eso es un reto y uno tiene la energía para afrontarlo. No pregunta: «¿Dónde obtengo esta energía?». Cuando su casa se incendia, usted tiene la energía para actuar. Tiene una energía extraordinaria. No se sienta cómodamente y dice: «Bueno, debo obtener esta energía» y después se queda esperándola. En ese caso se quemaría toda la casa.
Hay, pues, una energía tremenda para responder a la pregunta de por qué existe este sentimiento de soledad. He rechazado ideas, suposiciones o teorías acerca de la herencia o el instinto. Todo esto no significa nada para mí. Sólo existe «lo que es». ¿Por qué, pues, me siento solo -no yo personalmente-, por qué existe esta soledad que todo ser humano, si es algo consciente, experimenta, ya sea de manera superficial o mucho más profunda? ¿Por qué surge esta soledad? ¿Es por algo que la mente hace para provocarla? ¿Comprende? Habiendo rechazado teorías, instintos, herencia, me pregunto si la mente origina esta soledad.
¿Es la mente la que hace esto? La soledad significa aislamiento total. La causa de esta soledad, ¿es la mente, el cerebro? La mente es, en parte, el movimiento del pensar. Entonces, ¿es el pensamiento el que hace esto? ¿Está el pensamiento creando, produciendo en la vida cotidiana esta sensación de aislamiento? ¿Me estoy aislando porque en la oficina quiero llegar a ser más importante, llegar a ser ejecutivo, o en la iglesia llegar a obispo o a papa? El pensamiento trabaja todo el tiempo aislándose. ¿Están observando esto?
I: Creo que se aísla en relación con lo abarrotado que está.
K: Sí.
I: ¿Como una reacción?
K: Sí, correcto, señor, es verdad. Quiero investigar esto. Veo que el pensamiento, la mente, está operando todo el tiempo para llegar a ser superior, más grande, dirigiéndose siempre hacia este aislamiento.
El problema es, entonces: ¿Por qué hace esto el pensamiento? ¿Es la esencia del pensamiento trabajar para sí mismo? ¿Es su naturaleza crear este aislamiento? ¿Es la sociedad la que da origen al aislamiento? La educación crea, en efecto, este aislamiento al prepararnos para cierta carrera especializada. He descubierto que el pensamiento es la respuesta del pasado como conocimiento, experiencia y memoria; sé, pues, que el pensamiento es limitado, que se halla atado al tiempo. Así, pues, es el pensamiento el que hace esto. Me interesa, entonces, saber por qué el pensamiento lo hace. ¿Está en su naturaleza misma hacer esto?
***
I: Lo que está realmente dentro de nosotros lo ocultamos todo el tiempo; por lo tanto, el pensamiento tiene que ser engañoso y debe conducir al aislamiento, ya que, a causa de la simulación, nadie sabe lo que algún otro está sintiendo.
K: Hemos pasado por todo esto, señor. Estamos llegando al punto en que ya no simulamos.
Dijimos en el diálogo que no sabemos lo que es el amor. Sé que cuando usamos esa palabra amor, hay cierto fingimiento, cierta hipocresía, cierta máscara que nos ponemos. Hemos visto todo esto. Ahora hemos llegado al punto de preguntarnos por qué el pensamiento, siendo producto de la fragmentación, genera este aislamiento (si es que lo genera). En la conversación que sostuve conmigo mismo he descubierto que sí, que lo genera, porque he visto que el pensamiento es limitado, que está atado al tiempo, que todo cuanto hace tiene que ser limitado y que en esa limitación ha encontrado la seguridad. Ha encontrado la seguridad diciendo; «tengo una profesión especial en la vida»; diciendo: «soy un profesor, y así estoy perfectamente seguro». Y uno se queda clavado ahí por el resto de su vida. En esto hay una gran seguridad psicológica, así como una seguridad factual.
De modo que el pensamiento hace esto. Así que el problema es, entonces: ¿puede el pensamiento darse cuenta de que es limitado y que, por lo tanto, todo lo que hace es limitado y, en consecuencia, fragmentario y aislador? ¿Será así todo lo que hace? Éste es un punto muy importante: ¿puede el pensamiento darse cuenta de sus propias limitaciones, o se dice a sí mismo: «soy limitado»? ¿Entiende la diferencia? Siendo yo el pensamiento, ¿digo que el pensamiento es limitado, o el pensamiento mismo se da cuenta de que soy limitado? Ambas cosas son por completo diferentes. Una es una imposición y, por lo tanto, implica conflicto; mientras que cuando el pensamiento mismo dice: «soy limitado» -porque se da cuenta de ello-, no se alejará de esa limitación. Es muy importante que esto se comprenda, porque es la verdadera esencia de la cuestión. Nosotros le imponemos al pensamiento lo que debe hacer. El pensamiento ha creado el «yo», y el «yo» se ha separado del pensamiento y dice que le indicará al pensamiento lo que éste debe hacer. Pero si el pensamiento mismo se da cuenta de que es limitado, entonces, no hay resistencia ni conflicto; dice: «soy esto. Lo soy de principio a fin».
En mi diálogo conmigo mismo me pregunto si el pensamiento se da cuenta de esto, o si soy yo quien le dice que es limitado. Si yo le digo que es limitado, entonces me separo de las limitaciones y lucho por vencer las limitaciones; por lo tanto, hay conflicto, el cual es violencia, no es amor. ¿Se da cuenta, pues, el pensamiento mismo de que es limitado? Tengo que descubrirlo. Estoy siendo retado. Ahora tengo energía porque debo enfrentarme a un reto.
Expongámoslo de una manera diferente. La conciencia, ¿Se da cuenta de su contenido? ¿Se da cuenta de que su contenido es ella misma? ¿Acaso he oído a otro decir: «la conciencia es su contenido, su contenido compone la conciencia» y, por consiguiente, digo: «sí, así es»? ¿O la conciencia -mi conciencia, esta conciencia- se da cuenta de su contenido y, por eso, se da cuenta de que su contenido mismo es la totalidad de mi conciencia? ¿Percibe usted la diferencia en los dos casos? Uno está impuesto por mí -el «yo» creado por el pensamiento-, y si «yo» impone algo sobre el pensamiento, hay conflicto. Es como un gobierno tiránico imponiéndose a sí mismo; pero yo he creado este gobierno.
Estamos preguntando si el pensamiento se ha dado cuenta de su propia pequeñez, de su propia insignificancia, de sus propias limitaciones. ¿O pretende ser algo extraordinario, noble, divino? Esto es un desatino, porque el pensamiento es memoria, experiencia. En mi diálogo tiene que haber claridad acerca de este punto: no hay una influencia externa imponiendo al pensamiento la convicción de que es limitado. El pensamiento mismo ve que todo cuanto hace, incluso su adoración de Dios, es limitado, vulgar, mezquino, aunque haya creado maravillosas catedrales en toda Europa.
En mi conversación conmigo mismo ha surgido el descubrimiento de que la soledad es creada por el pensamiento. Y el pensamiento mismo se ha dado cuenta ahora de que es limitado y de que no puede resolver el problema de la soledad. Cuando se da cuenta de que no puede resolver el problema de la soledad, ¿existe la soledad? El pensamiento ha generado este sentimiento de soledad. El pensamiento se da cuenta de que es limitado y de que, por ser limitado, fragmentario, por estar dividido, ha creado esta sensación de vacío interno, esta soledad. Por lo tanto, cuando el pensamiento se da cuenta de esto, la soledad no existe.
Entonces hay libertad respecto del apego. No he hecho nada sino vigilar el apego y lo que está implicado en el apego: codicia, miedo, soledad; y siguiendo la pista de ello, mirándolo, observándolo -no analizándolo, examinándolo, sino sólo mirando, mirando, mirando-, descubro que el pensamiento ha hecho todo esto. El pensamiento, porque es fragmentario, ha creado este apego. Cuando se da cuenta de ello, el apego cesa. No he hecho absolutamente ningún esfuerzo, porque tan pronto hay un esfuerzo, el apego regresa nuevamente.
Hemos dicho que si hay amor no hay apego, y que si hay apego, no hay amor. Se ha eliminado así el factor principal mediante la negación de lo que no es amor. ¿Sabe usted lo que eso significa en mi vida cotidiana? No recordar nada de lo que mi esposa me dijo; no recordar ninguna ofensa, no apegarme a la imagen que tengo de ella. Estaba apegado a la imagen que el pensamiento había creado de ella: que me ha ofendido, que me ha regañado, que me ha proporcionado bienestar sexualmente, muchas cosas distintas que en conjunto constituyen el movimiento del pensar que ha dado origen a la imagen; y ésta es la imagen a la que estaba apegado. De modo que el apego ha desaparecido.
Hay otros factores: miedo, placer, confortación en esa persona o en esa idea. Ahora bien, ¿debo superar todas estas cosas paso a paso, una por una, o se han terminado todas? ¿Debo investigar el miedo y el deseo de confortación tal como he investigado el apego? ¿Debo observar por qué busco confortación? ¿Es a causa de que en mí mismo soy insuficiente? ¿Por eso deseo confortación, una silla confortable, una mujer confortable, una idea confortable? Pienso que casi todos nosotros queremos tener una idea confortable, segura, que nunca pueda ser perturbada. Me apego terriblemente a esa idea, y si alguien dice que es un disparate, me enojo, me pongo celoso, me trastorno, porque esa persona está haciendo tambalear mi casa. Veo que no tengo que pasar por la investigación de todos estos diversos factores. Si eso lo veo de una sola mirada, lo he captado.
Así, pues, mediante la negación de lo que no es amor, existe lo otro. No tengo que preguntar qué es el amor. No tengo que ir tras de él. Si lo persigo, eso no es amor, es una recompensa. En mi investigación, lenta, cuidadosa, libre de cualquier distorsión, libre de ilusiones, he negado todo aquello que no es amor, y entonces existe lo otro, el amor.
Texo transcrito por Manuel Alejandro Custodio.
Agradecemos a Editorial Kairós por el permiso otorgado para reproducir esta charla.