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“Poetas pioneras nicaragüenses, Parte II. Vidaluz Meneses: Cantos de vida y desesperanza”

Por María Roof

***

Vida, luz y verdad, tal triple llama

produce la interior llama infinita;

el Arte puro como Cristo exclama:

Ego sum lux et veritas et vital.

–Rubén Darío, “Yo soy aquel”

La obvia referencia del título a Cantos de vida y esperanza (1905) de Rubén Darío es intencional porque ciertos poemas de aquel libro forman un marco provechoso para considerar la poesía de Vidaluz Meneses como una celebración de la esperanza que halla su contraparte en cantos de la desesperanza. Y porque Vidaluz reconoció el lugar de Darío en su vida: “creo que Darío da para todo, es decir, a mí me sorprende y me maravilla encontrar. . . , ya en mi madurez, todas las vetas que tiene, la riqueza de esa obra, y yo misma encontrar un poema para cada situación, para cada momento en mi vida” (Meneses, Flame, Transcripción 66-67).

Voz de representación generacional, de género y espiritual

 

En las palabras de Vidaluz Meneses encontramos una voz de representación generacional que es a la vez genérica —la de las mujeres que invirtieron sus esperanzas en la Revolución Sandinista y cosecharon una mera década después de la victoria la amarga fruta de la desesperanza, tanto en sus miradas retrospectivas como en el presente individual amenazador que ha continuado, y en algunos casos hasta intensificado, hasta el día de hoy. 

 

También representacional es la esperanza de Vidaluz como cristiana concientizada por la Teología de la Liberación que asumiera su misión de cumplir el Evangelio y dedicarse a la justicia social y al rescate de los pobres, aunque sufrió la chocante sensación posterior en los años 90 de que “todo es igual y distinto”, título de su cuarto poemario (2002), en el contexto de mayor inequidad económica y social y el mismo trabajo de años anteriores de pedir dinero a los ricos para “que estudiaran los pobres” (Balada para Adelina 266).


 

Generación esperanzada: sacrificada y sacrificadora

 

La vida y obra de Vidaluz Meneses da fe de la esperanza frustrada de su generación de ciudadanos que buscaban, no un “Somocismo sin Somoza”, como algunos sectores de la clase dominante de Nicaragua, sino una revolución en el sentido que Edelberto Torres-Rivas le da al término en su libro Revoluciones sin cambios revolucionarios: “un levantamiento popular o una movilización de masas, violento, subvertor del orden, que se propone tomar el Estado (y el régimen político) para modificar o sustituir sus instituciones y organismos, y como meta correspondiente e inevitable realizar cambios sociales, económicos y culturales” (26). Lo que no se preveía en Nicaragua, ni en los otros países centroamericanos, era lo que Torres-Rivas denomina “la necesidad de la revolución y la imposibilidad de realizarla” (7), comprensión que solo llegó con la desesperanza y posterior reflexión. En el siglo XX, “el siglo de las revoluciones” (17), resulta que la nicaragüense no fue, como algunos esperaban, la “revolución del siglo”.

 

En 1980, año de pleno optimismo esperanzador, Vidaluz recogió de modo poético la enorme promesa en el poema “La tierra recobrada”:


 

La tierra recobrada

 

Esta es la tierra recobrada

donde ahora entonamos nuevos cantos.

Me despierta una lluvia nocturna

que habla de renovaciones,

de la nueva hierba que crece

verde, dándole fondo de esperanza

a cada gota que cae.

 

Esta es la nueva canción

que he querido que entonemos juntos.

 

Raudo es el vuelo, sí,

y enterrar la muerte

ha sido rescatar la vida

darle su nuevo colorido. 

(El aire que me llama; Flame in the Air 294)


 

En su “Elegía imprescindible a Vidaluz Meneses”, a la muerte de Vidaluz en 2016, su compañera de trabajo, amiga y hermana poeta Daisy Zamora en justa medida evocó esta imagen de la empresa revolucionaria: “Dónde está la que edificó sobre roca firme la utopía del Reino en la tierra recobrada”. Como expresara Vidaluz en 1978 en una carta a su padre, alto oficial de la Guardia Nacional que apoyaba a la dictadura: “Yo aspiro a una sociedad más justa, más limpia. . . . Estoy clarísima que el cambio será (ya está siendo) doloroso, pero tengo puesta mi fe en el Señor y prefiero vivir yo la época más amarga, para que mis hijos verdaderamente sean el ‘hombre nuevo’ de un pueblo mejor” (Balada 124).

 

En un poema breve de 1980 Vidaluz recalca la esperanza del porvenir prometedor, a pesar de comienzos falsos o errores/erratas conocidas de todo poeta:


 

En el nuevo país

 

El dolor ha sido reto 

y el porvenir esperanza, 

construimos como escribiendo un poema 

creando, borrando y volviendo a escribir. 

(El aire que me llama; Flame in the Air 290)


 

Esta generación no duda en su empeño por preparar el mejor futuro posible para las generaciones venideras, para los jóvenes, para los que pueden ser las mujeres y los hombres nuevos, como proyecta en 1985 en el poema “A mis hijos, Carlos y Karla, en su autoexilio”, en la segunda parte dedicada a su hija Vidaluz y a la de Angelita Saballos y la de Sergio Ramírez: 

 

A Vidaluz, Ximena y Dorel

que unidas a muchos hermanos

hacen posible el futuro.

 

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .


Mujeres al fin con el amor a cuestas

como el canasto de café o el saco de algodón

asumiendo el parto colectivo de la revolución,

hija predilecta de la historia,

guardando a la criatura del mal parto,

del acecho, del mal de ojos,

mimándola para que crezca y desarrolle

para que como mujer fértil se reproduzca

a lo largo y ancho de América. 

(Llama en el aire; Flame in the Air 382


 

Es un lugar común decir que el futuro está en manos de los jóvenes. Pero hay más. En Nicaragua, la guerra contra la dictadura la hicieron los jóvenes. Vidaluz misma se da cuenta cuando en 1978 ella y su marido Carlos Rodolfo Icaza refugian en su casa a una jovencita guerrillera: “vi a la joven de espaldas, con su cola de caballo, sentada en la cama, jugando con unas muñecas de mis hijas y me estremecí pensando: la guerra la están haciendo los niños de Nicaragua” (Balada 137). Y de hecho, los combatientes eran jóvenes. En 1983 la revista Envío notó que “la revolución sandinista es una revolución joven. Quienes participaron en la guerra y en la insurrección tenían menos de 20 años como edad promedio. . . . La defensa armada y la defensa de la producción económica recaen en buena medida sobre los hombros de la juventud. Es una realidad para la que no hay cifras, pero que se muestra ante cualquiera, que las milicias territoriales y los batallones de reserva a la par que las brigadas para la corte de café, algodón y caña de azúcar, están formados mayoritariamente por jóvenes entre 15 y 24 años. En estas dos trincheras, jóvenes voluntarios continúan manteniendo vivo el espíritu de compromiso social que iniciaron con la Cruzada [de Alfabetización] (“Los jóvenes en un país joven”).

 

Sin embargo, la generación que se sacrificó por la revolución terminó sacrificando, a pesar suyo, a otra generación de jóvenes, como insinúa Sergio Ramírez en sus memorias, Adiós muchachos: “El Servicio Militar Patriótico (SMP) llegó a convertirse en el elemento más traumático de ese decenio [de los ochenta] y determinó, al final, la derrota electoral del FSLN en 1990. Eran ya demasiadas muertes” (267). Final prefigurado tal vez en la caracterización de la lucha hasta 1974, según Torres-Rivas: “trece fatídicos años . . . cuando la montaña competía con la ciudad como el cementerio de una generación de cuadros jóvenes” (353), citando palabras del comandante Víctor Tirado López.

 

En sus memorias, Vidaluz deja constancia de que en 1978, “eran momentos en que todo joven era un potencial combatiente” (Balada 141), de ahí, su amenaza para el régimen. Ernesto Cardenal nos recuerda en su poema de 1980 “Muchachos de La Prensa” que en los años setenta era delito ser joven:


 

De veinte, de veintidós, de dieciocho, de diecisiete, de quince años. 

Los jóvenes matados por ser jóvenes. 

Porque tener entre los quince y los veinticinco años en Nicaragua era ilegal. 

Y pareció que Nicaragua iba a quedar sin jóvenes. 

 

Y después del triunfo hasta me sorprendí a veces, de pronto, 

Ante un joven que en una concentración me saludaba 

(yo preguntándome en mi interior: “¿Y vos cómo escapaste?”) 

Se les temió por jóvenes. 

(Vuelos de victoria)


 

La generación sacrificada devino la generación culpable, cuyos valores fueron rechazados por sus hijos, ya dedicados al “sexo, droga y rock & roll”, con nuevos escritores amantes de una poesía “individualista, minimalista, nihilista. Los poetas jóvenes han dejado atrás el compromiso político, que caracterizaba a vates como Mario Benedetti o Pablo Neruda, para cantar historias más personales”, deduce el periodista Salinas Maldonado. Como reconoce Gioconda Belli en 2013: “La poesía ya no es un instrumento del cambio político como hace 30 años, al menos no de la misma manera. . . . La poesía comprometida coincidió con el auge de las revoluciones de los setenta, ochenta; esa poesía tuvo un eco enorme porque estaba identificada con lo que la gente estaba viviendo. Ahora la poesía es más nihilista, es más preciosista, cultiva más la creatura verbal, que es más de consumo entre poetas. Ha habido una desconexión entre la poesía y la gente, lo que tiene que ver con una poesía más individual, más hermética, más cerrada” (en Salinas Maldonado). 


 

Voz de género: “Nuestra generación fue vanguardia, pero pagamos un precio”

 

Grande fue la esperanza y confianza de las mujeres que por vez primera en Nicaragua asumían el rol de actores históricos y las poetas —Daisy Zamora, Michèle Najlis, Gioconda Belli, Vidaluz Meneses y otras— creaban heroínas revolucionarias históricas y contemporáneas, por ejemplo en “Mujer Cakchiquel” donde Vidaluz crea a la héroe-sujeto, femenina y amerindia, no la heroína-objeto de otros tiempos, según Teresa Anta San Pedro: “Mujer por derecho propio, igual al hombre, y también dotada de la misma capacidad destructora que éste”. O en “Compañera”, donde Nydia Palacios Vivas nota que la poeta convierte a las mujeres anónimas en columnas invisibles en la construcción de un mejor futuro al entrar por la puerta grande de la historia de Nicaragua. Las poetas registran el impacto de la revolución que redefine la subjetividad individual relativa a la experiencia colectiva, como observara Álvaro Urtecho en el prólogo al tercer poemario de Vidaluz, Llama en el aire (1990). Las poetas proyectan modelos de heroísmos y ellas mismas encarnan a la mujer nueva capacitada y dispuesta a participar en la construcción de una nueva Nicaragua.

 

Varias de las madres comprometidas con la revolución vivieron el abandono de y por sus propios hijos al responsabilizarse de los hijos de todos. Cuando en las entrevistas para Flame in the Air le pregunté sobre la maternidad ni idealizada ni abstracta, sobre la mujer no heroína, tampoco la Pietà, sino la madre concreta e interdependiente intuida por la crítica Alba Fabiola Aragón en sus poesías, la respuesta reveló un torbellino de emociones encontradas: 

 

A mí me sorprende cuando me atribuyen ciertas características fuertemente maternales, sobre todo, no deja de avergonzarme, el pensar si he sido “candil de la calle, oscuridad de mi casa”, como dice el refrán. Acordate que pertenezco a la generación revolucionaria y de ella se habla particularmente de los resentimientos de los hijos e hijas postergados por las tareas sociales y/o militares que imponía el proceso. Indudablemente que he tenido plena conciencia de mi responsabilidad maternal, pero creo que en la práctica atendí más la dimensión macro del contexto, que la cotidianidad de mis propios hijos/as. Tal vez el pertenecer a una generación que rompimos el modelo, nos hace una nueva forma de ser mujer o ser humano como creo dice Rosario Castellanos, de quien también en un momento dado inserto su verso (intertextualidad), en el poema “Esa mujer”: “la madre huérfana de prole”. Las rupturas también dan miedo. Creo que nuestra generación fue vanguardia, pero pagamos un precio. Escribir sobre nuestra vulnerabilidad también es parte de nuestra fortaleza. Esa es la paradoja. (Meneses, Flame, Transcripción, 32-33)

 

La culpabilidad parece haber perseguido a las mujeres que, con el objetivo de cumplir con su obligación histórica de eliminar el sistema dictatorial y establecer las bases de un sistema más justo para todos —en especial para los pobres, pero igualmente para los jóvenes de la nación— sacrificaron el bienestar a corto plazo de su propia casa, la seguridad como elemento firme en el crecimiento sano de sus hijos.


 

Poesía, cristianismo y revolución

 

Vidaluz Meneses y muchos otros católicos de su tiempo comprendían que “entre cristianismo y revolución no hay contradicción”. Como dijo en una entrevista con Teófilo Cabestrero para el libro Revolucionarios por el Evangelio: Testimonio de 15 cristianos en el Gobierno Revolucionario de Nicaragua: “Hay tres cosas en mi vida que no puedo separar: la poesía, mi vivencia cristiana y, posteriormente, la revolución” (214). Bajo la tutela del padre Uriel Molina Oliú fue transformando sus conceptos tradicionales: “Las enseñanzas de Uriel me hicieron abrazar una Cristología profundamente humana que me proporcionó el instrumental necesario para ver, juzgar y actuar con objetividad, con profunda libertad interior, en el contacto social y político de Nicaragua que avanzaba por derroteros ya irreversibles” (Balada 89). Fácilmente, entonces, pudo adoptar “ideales cristianos por el cambio social” (Balada 80), como enseñaba la Teología de la Liberación. Comenta Vidaluz que el teólogo Giulio Girardi “aportó un libro enorme que nadie le hizo caso, que se llama Sandinismo, marxismo y cristianismo: la confluencia, porque era un poco buscando la teorización de un experimento de la Revolución Sandinista que había mezclado gente marxista con gente cristiana” (Meneses, Flame, Transcripción 58). Cita un comentario de Girardi con el cual parece coincidir: “La participación masiva de los cristianos en el cambio de sociedad ha sido posible porque los cristianos han empezado a vivir su fe de un modo novedoso, creador; y esta novedad se ha ido profundizando en el corazón de la lucha” (Meneses, “Giulio Girardi”). 

 

¿Por qué ella y no otros, por ejemplo, los católicos de su propia familia? Con su acostumbrada humildad, Vidaluz explica: “Yo pienso que, citando un Evangelio, que la palabra se siembra y una cae en tierra fértil, otra en piedra, otra en espinas y las asfixia y en la vida misma, la palabra está ahí para todos igual, cómo vos la asumís, ése es el gran misterio, porque yo asumí la palabra así. Con eso no quiero decir que yo fui tierra fértil y que yo soy la maravilla. Sencillamente que yo he interpretado la palabra del Evangelio así” (Meneses, Flame, Transcripción 66). 

 

Además de citar los Evangelios como epígrafes en sus poesías, Vidaluz expresa la misión mesiánica de la revolución cuando en 1975, evocando la muerte del hijo de amigos suyos, refuerza el sacrificio como fuente de mayor fuerza revolucionaria:

 

Los que no han muerto

 

Los vientos de noviembre

le trajeron los días del hijo muerto.

Diciembre repicará en sus campanas

su ruidosa soledad.

Sol en un enero

anunciará la buena nueva.

De los hijos sembrados

se está nutriendo el pueblo,

fuertes se levantarán sus brazos

y sonora su voz.

(El aire que me llama; Flame 286)

 

La simbología católica del martirio se invoca para poetizar el asesinato en 1989 de seis padres jesuitas, además de su ama de llaves y la hija de 16 años de ella, todos profesores y administradores de la Universidad Centroamericana en San Salvador (UCA El Salvador), luego conocidos como los “Mártires de la UCA”:


 

El sexto signo 

 

Esos son los que han salido de 

la gran persecución, han lavado 

y blanqueado sus vestiduras 

con la sangre del Cordero. 

Apocalipsis 7, 14 

 

Vemos la fotografía

y no es el ordenamiento

sacerdotal del grupo.

 

Vano intento de verdugos

en ahogar sus voces contra el suelo.

 

Todos de bruces.

Consumación de la entrega

cuerpo a tierra elegida.

 

La sangre corriendo como poderosos afluentes

hacia el río de los mártires

rugiendo en la profética voz de Ellacuría, 

arrollándonos para siempre

con la silenciosa fuerza de Amando

activo y fiel como su nombre.

 

Juan Ramón, Segundo, Ignacio, Joaquín,

la humilde mujer que cayó arrullando

a la primogénita adolescente

y tantos otros mártires que nos han precedido

valientes, generosos, y con fe en la utopía del Reino

por quienes estamos seguros de la victoria final.

(Llama en el aire; Flame 388)


 

“Con fe en la utopía del Reino” que había fundamentado en la década de los 70 la lucha por el triunfo de la revolución y luego los esfuerzos por la creación de una nueva Nicaragua después de “derrocar a la dictadura e implantar un régimen democrático con justicia social” (Balada 82).


 

Como en Darío, “Muro de lamentaciones” de Vidaluz

 

Darío expresa el más profundo dolor en versos desesperanzados de su “Canto de esperanza”:


 

La tierra está preñada de dolor tan profundo

que el soñador, imperial meditabundo,

sufre con las angustias del corazón del mundo. 

(Cantos de vida y esperanza 90)


 

Y así la mayor expresión poética de la desesperanza en Vidaluz Meneses en su poema de 1990, el año en que los sandinistas perdieron las elecciones y se clausuró el proceso revolucionario:


 

Muro de lamentaciones

 

Esta vez no ahogaré la memoria, 

asumiré los muertos y la separación de los amantes

que es otra forma de morir.

 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

No deambularé esquizofrénica por el mundo

sino con el estandarte del holocausto vivido,

no ahogaré sus voces que claman por el reino que

no hemos podido construir,

no ignoraré la sangre en el barro,

el alarido del fondo de las entrañas,

el rugido de la multitud acumulado en el pecho,

la furia de los impotentes,

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

No pondré diques al llanto

ni pesaré las palabras en el fiel de la balanza

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Hay un tiempo de llorar que debe ser cumplido

hasta el hundimiento total, Valle de lágrimas,

Muro de lamentaciones, 

rasgadura de velos para que salga el ánima

y se exponga en la piedra de sacrificio,

hora en que el náufrago suelte su asidero de vida,

hora del despliegue de la orfandad ante el final

más allá de lo visto y vivido, más allá. 

(Llama en el aire; Flame 392)


 

Vidaluz me comentó al respecto: “Ahí di rienda suelta a mis sentimientos. Para mí es importante haberlo escrito conscientemente con esa decisión. . . . ; ahí me di cuenta que tenía que asumir que la pérdida de la revolución, esa gran pasión que arrebató a nuestra generación, la cantidad de personas que habían dado su vida, la cantidad de sacrificios, de rupturas, no la podíamos considerar más que como una gran tragedia. Realmente hay que darle a las cosas el valor que tienen y ese poema lo escribí dándole rienda suelta a todo, a la frustración, a la cólera, al dolor, a todo junto” (Meneses, Flame, Transcripción 106). 


 

Renacimiento de la poesía revolucionaria

 

Hallamos ecos de la poesía como instrumento del cambio político en los nietos de la generación sacrificada, en la creación poética anclada en los eventos a partir de abril de 2018, por ejemplo, en “Las poesías de abril” presentadas por Elizabeth Noguera en El Nuevo Diario en julio de 2018. Víctor Ruiz Jara en su “Carta de un hijo a sus padres” se despide diciendo:


 

No son mis sueños diferentes a los de ustedes:
yo también quiero la lluvia cayendo libre sobre mi rostro
cantar la verdad sin temor de que la noche apague mis ojos
no ver tus lágrimas, madre, no oír tus gritos, padre,
porque mi nombre aparezca entre caídos y desparecidos.
No son mis sueños diferentes a los de ustedes:
yo también quiero una calle, un país
donde ser joven y vivir  gritar  soñar y respirar
no es un delito.


 

Algunos de los jóvenes reconocen su posicionamiento generacional, como explicara una activista: “Nosotras somos las nietas de quienes protagonizaron el derrocamiento del dictador Anastasio Somoza, las hijas de quienes huyeron de la guerra o del hambre, somos también hijas de la crisis neoliberal. Fue nuestra generación la que vio en el retorno del FSLN un propio triunfo, nuestra propia victoria, la recompensa de tantos años de esperanza arrebatada” (Amanda, citada en Gómez-Abarca 245).

 

Gioconda Belli percibe el “espíritu de Rubén Darío en la rebelión nicaragüense” actual y el periodista Franklin Villavicencio una revalorización de la poesía anterior en cuanto la nueva resistencia cívica queda sorprendida por la poesía de las generaciones anteriores: “Antiguos poemas de Ernesto Cardenal han retomado vigencia en estos días. Sus versos sobre una dictadura sangrienta parecieran escritos hace algunos días e inspirados por las últimas muertes y la represión actual. Pero no. Estos nacieron en el siglo pasado bajo una de las últimas dictaduras en Latinoamérica: la de los Somoza. Los versos de Ernesto Cardenal, de Ricardo Morales Avilés, Gioconda Belli y de otros poetas nicaragüenses son desempolvados y leídos con estupefacción por una nueva generación de jóvenes que hoy salen a las calles”. 

 

Si se buscan versos relevantes en la poesía de Vidaluz Meneses, recomendamos de su segundo poemario, El aire que me llama (1982): “Mujer cachikel”, “Abril casero”, “Los que no han muerto”, “Mínimo homenaje”, “En el nuevo país”, “Compañera” y “Una postal a mi padre, General Meneses”, casi todos ellos incluidos en la sección antológica de su tercer poemario, Llama en el aire (1990). De los poemas nuevos de este libro: “Del revolucionario y algunos de sus debilidades”, “Estampas de Jalapa (La Limonero)”, “Trabajo voluntario”, “A mis hijos, Carlos y Karla, en su autoexilio”, “Reportajes de una brigada de cortadores de café (Cosecha de 1984-1985)”, “Tríptico para recordar” y “Muro de lamentaciones”. 


 

Considerandos…

 

Considerando la temprana impresión correcta expresada por Vidaluz de que la revolución la estaban haciendo los niños de Nicaragua, 

tomando en cuenta el estimado de 80.000 muertos entre el movimiento antisomocista y la lucha contrarrevolucionaria, 

recordando que en algunos periodos de la historia de Nicaragua ser joven constituía un peligro: la Nicaragua de Somoza en los setenta ser joven era un peligro y que en los ochenta los jóvenes varones eran necesariamente incorporados a la guerra —reclutados por el Servicio Patriótico Militar, como también por las fuerzas contrarrevolucionarias (se ha alegado que forzosamente por ambos lados)—, 

sabiendo que no pocos jóvenes salieron, y han salido, al exilio, 

y después de conocer el “Muro de lamentaciones” de Vidaluz Meneses, 

y conscientes de que apenas un año después de las manifestaciones de abril 2018 lideradas por jóvenes universitarios “se contabilizaban más de 300 personas fallecidas, 2000 heridos y más de 70.000 personas en el exilio” (Gómez-Abarca 240), 

 

entonces, con Vidaluz Meneses, nos preguntamos: “tantos muertos, ¿para qué?”, tantos jóvenes perdidos en las guerras, tantos jóvenes perdidos por el juvenicidio, tantos jóvenes perdidos por salidos, ¿para qué?... Y tal vez ahora oímos de otro modo y con otra comprensión el famoso lamento de Rubén Darío:

 

Juventud, divino tesoro,

¡ya te vas para no volver!

Cuando quiero llorar, no lloro...

y a veces lloro sin querer...

(“Canción de otoño en primavera” 136)

 

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Fuentes citadas

 

Anta San Pedro, Teresa. “El callado feminismo en la poesía de Vidaluz Meneses”. El pez y la serpiente 42, julio-agosto 2001, pp. 73-90, megumi.guegue.com/criticas/15

 

Aragón, Alba Fabiola. “Revolution in Space and Time: The Work of Four Nicaraguan Women Poets, 1969-1989”. Tesis de grado, New College of the University of South Florida, 1999.

 

Babb, Florence E. After Revolution: Mapping Gender and Cultural Politics in Neoliberal Nicaragua. Austin: University of Texas Press, 2001.

 

Bayard de Volo, Lorraine. Mothers of Heroes and Martyrs: Gender Identity Politics in Nicaragua, 1979-1999. Baltimore: Johns Hopkins University Press, 2001.

 

Belli, Gioconda. “El espíritu de Rubén Darío en la rebelión nicaragüense”. New York Times, Op Ed, 18 enero 2019. https://www.nytimes.com/es/2019/01/18/espanol/opinion/ruben-dario-nicaragua.html

 

Cabestrero, Teófilo. Revolucionarios por el Evangelio: Testimonio de 15 cristianos en el Gobierno Revolucionario de Nicaragua. Bilbao: Desclée de Brouwer, 1983.

 

Cardenal, Ernesto. “Los muchachos de La Prensa”. Revista cultural Nicaráhuac, no 1, mayo-junio 1980. Vuelos de victoria. Madrid: Visor, 1984. Leído por el poeta, https://www.youtube.com/watch?v=F6bnAJottUI

 

Collinson, Helen, ed. Women and Revolution in Nicaragua. Londres: Zed Books. 1990. 

 

Darío, Rubén. Cantos de vida y esperanza. 1905. Songs of Life and Hope / Cantos de vida y esperanza. Editado y traducido por Will Derusha y Alberto Acereda. Durham, NC: Duke University Press, 2004. 

 

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Gómez-Abarca, Carlos de Jesús. “Movilización, represión y exilio de jóvenes activistas nicaragüenses”. Anuario de Estudios Centroamericanos, vol. 45, 2019, pp. 232-260, DOI: https://doi.org/10.15517/AECA.V45I0.39778

 

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Urtecho, Álvaro. Prólogo. Llama en el aire, de Vidaluz Meneses. Letras de Nicaragua 36. Managua: Editorial Nueva Nicaragua, 1990, pp. 11-16.

 

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Zamora, Daisy. “Elegía imprescindible a Vidaluz Meneses”. El hilo azul, año 7, no 14, invierno 2016, Homenaje a Vidaluz Meneses, dueña y señora de su canto, p. 92.

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María Roof es catedrática emérita de literatura hispanoamericana en Howard University, Washington, DC. Es editora y traductora de la galardonada edición de las poesías de Vidaluz Meneses, Flame in the Air: Bilingual Poetry Edition (2013), precedida por su extensa entrevista con la escritora sobre su vida y obra. Encabezó el equipo de 20 traductores que preparó la premiada colección de poemas de protesta a partir del golpe de estado en Honduras, Women’s Poems of Protest and Resistance: Honduras (2009-2014). Bilingual Edition (2015). Es compiladora de la nueva antología Rosario Aguilar (Nicaragua): acercamientos críticos (2016). Prepara una serie de antologías bilingües de poetas centroamericanas contemporáneas.

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