Poemas dedicados a Eugenio Montejo
Por Arturo Gutiérrez Plaza
Foto: Pedro Lastra, Eugenio Montejo, Arturo Gutiérrez Plaza.
Trastiempo
A la memoria de Eugenio Montejo
Ayer caminaré por la noche
que terminó sobre esta línea.
Me detendré cuando sentí
que no fue un abismo
sino un puente colgante
sobre puntos suspensivos.
Hacia atrás avanzaré
persiguiendo una sombra,
tal vez la que seré, la que fue mía.
Al iniciarse la oscuridad
arribaré al momento
que entreveré antes.
En lo alto del crepúsculo
bajaré hasta la cima
de este poema que comenzaré
sobre esta línea, poco antes de partir.
Reverón, Macuto-New York (MoMA 2007)
A Pedro Lastra y Eugenio Montejo,
en celebración de aquellos instantes preservados.
Qué queda allí donde viviste, qué queda de tu Castillete.
Ahora aquí, en esta ciudad, el blanco de tus lienzos
no sólo oculta el color de nuestros trópicos,
el sonido incesante de sus bosques de palmeras.
Ahora es la luz de una foto velada,
aquélla en que estuvimos y ya no,
borrados por una avalancha de lodo y muerte.
Aquélla que escondía el rumor de la montaña,
el recuerdo de una tarde ya perdida, ya lejana,
una tarde como ésta, fría, ajena, cubierta de otro blanco,
cubierta, como esta ciudad, por un manto de nieve.
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A comienzos del año 2007 viajé 14 horas por tierra acompañado del poeta y amigo chileno Marcelo Rioseco, desde la ciudad de Cincinnati, en las riberas del río Ohio, hasta la ciudad de New York. El principal motivo de esa corta visita a Manhattan, apenas 3 días, fue asistir a la exposición retrospectiva del pintor venezolano Armando Reverón, que ya estaba por clausurar en el Museo de Arte Moderno de esa metrópoli.
Casi un año después, el 5 de febrero de 2008, ya de vuelta en la apacible Cincinnati le reiteraba un correo electrónico a Eugenio Montejo, donde le hacía mención del último suyo y del anterior mío, enviado también a Pedro Lastra, junto con el poema titulado “Reverón, Macuto-New York (MoMA 2007)” que le dedicaba a ambos. Parte de la carta decía lo siguiente: “en días pasado te envié varias veces un correo agradeciéndote el extraordinario poema de Supervielle y la traducción de Paz, junto con un poema que hace un tiempo escribí y se los dediqué a ti y a Pedro. Varias veces me rebotó ese correo, por lo que no sé si finalmente te llegó. Ahora acabo de recibir uno de Pedro que quiero compartir contigo, junto con la copia del poema mencionado”. La carta de Pedro Lastra, fechada ese mismo día, daba acuse de recibo de la que le envié una semana antes por vía postal y rememoraba tanto las circunstancias implicadas en el poema, como la extraña sincronía que se hiciera manifiesta en el momento de recibir la mía. Así lo decía Pedro: “He recibido tu hermoso poema sobre Reverón, que nos has dedicado a Eugenio y a mí: me ha conmovido el poema y el recuerdo de aquella memorable andanza a Macuto, de la cual nos quedan las huellas de nuestros pasos en algunas fotografías. Pero hay algo, Arturo, 'que ciertamente no se nombra / con la palabra azar...': Es esto: el sábado vino Rigas Kappatos, desde Maryland, y se quedó acá en casa. El domingo en la mañana reparó en la foto que Anita nos tomó, a Eugenio y a mí, en la casa de Reverón, entre sus telas y muñecas. Como habíamos estado juntos con él en la exposición del MoMA, del 07, le estuve contando aquella andanza, y hablamos largo de Reverón... Y ayer en la mañana encontré tu envío...”
La andanza a la que Pedro se refiere, se remonta a enero de 1999. Por aquellos días, estando él de paso en Caracas, por iniciativa de Eugenio organizamos una visita al Castillete de Reverón en Macuto. Pedro y su nieta, junto a Eugenio, nuestras respectivas familias y yo, compartimos esa tarde hurgando y recorriendo aquella morada, donde entre singulares objetos, muñecas, telas, animales, el viento y el sonido de las palmeras, viviera y construyera su mundo ilusorio y su refugio Armando Reverón.
Varias fotos dan cuenta de esa tarde. Fotos que, como el mismo Pedro Lastra ha señalado en otro lugar, ofrecen una “fugaz sensación de irrealidad”, pues con el devastador paso del tiempo y el trágico deslave ocurrido a finales de ese mismo año, adquirieron cualidades no sólo de privilegiados testimonios sino también de signos enigmáticos y tal vez premonitorios.
En la carta de respuesta que Eugenio me enviara el 6 de febrero de 2008, hace una lectura del poema que alude a esta sensación. Allí dice lo siguiente: “La carta de Pedro está llena de cariño, con su pizca de sintonía de lo oculto. La coincidencia de que él hablase poco antes de recibir el poema acerca de la foto en el Castillete, ya es un indicio cierto de que algo relaciona todas estas aparentes casualidades. El poema tiene el tono de una elegía renacentista, como la de Rodrigo Caro A las ruinas de Itálica, o la del soneto de Jochim du Bellay A Roma, imitado y muy mejorado por Quevedo. La pregunta por lo que ha quedado de un lugar, de una entrañable memoria”.
No sé si estas “aparentes casualidades” son obra de un afán posterior de buscar asociaciones. En su carta, Eugenio habla con cierto detalle de las dolencias que desde el octubre anterior lo habían estado aquejando, de los exámenes a que había sido sometido para despejar dudas y de cómo los temores parecían conjurados “por los momentos”. Lamentablemente no fue así, pues 4 meses después tuvo que partir, dejándonos, como dijera en su carta, con la “pregunta por lo que ha quedado” y con la nostalgia de su “entrañable memoria”.
Arturo Gutiérrez Plaza (Caracas, 1962). Poeta, ensayista, profesor e investigador universitario. Ha publicado los siguientes libros de poesía: Al margen de las hojas (Monte Ávila, 1991), De espaldas al río (El pez soluble, 1999), Principios de Contabilidad (México: Conaculta, 2000), Pasado en Limpio (Equinoccio/bid&co, 2006) y Cuidados intensivos (Lugar Común, 2014), Cartas de renuncia (Poeteca, 2020) y El cangrejo ermitaño (Madrid: Visor/Fundación para la Cultura Urbana, 2020). Entre sus libros de ensayos, investigación literaria y antologías, se cuentan: Lecturas desplazadas: Encuentros hispanoamericanos con Cervantes y Góngora (Equinoccio, 2009), Itinerarios de la ciudad en la poesía venezolana: una metáfora del cambio (Fundación para la Cultura Urbana, 2010), Las palabras necesarias. Muestra antológica de poesía venezolana del siglo XX (Santiago de Chile: LOM, 2010) y Formas en fuga. Antología poética de Juan Calzadilla (Biblioteca Ayacucho, 2011). Es Magíster en Literatura Latinoamericana, PhD en Lenguas Romances y Literaturas, y profesor titular de la Universidad Simón Bolívar. Ha obtenido, entre otros: el Premio de Poesía de la Bienal Mariano Picón Salas (1995), el Premio Hispanoamericano de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz (1999) y el Premio Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana (2009).