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Antología ​mínima de la obra poética de Claribel Alegría
 

Por Claribel Alegría

Carta al tiempo

 

Estimado señor:
Esta carta la escribo en mi cumpleaños.
Recibí su regalo. No me gusta.
Siempre y siempre lo mismo.
Cuando niña, impaciente lo esperaba;
me vestía de fiesta
y salía a la calle a pregonarlo.
No sea usted tenaz.
Todavía lo veo
jugando ajedrez con el abuelo.
Al principio eran sueltas sus visitas;
se volvieron muy pronto cotidianas
y la voz del abuelo
fue perdiendo su brillo.
Y usted insistía
y no respetaba la humildad
de su carácter dulce
y sus zapatos.
Después me cortejaba.

Era yo adolescente
y usted con ese rostro que no cambia.

Claribel Alegría. FOTO: AFP PHOTO  INTI OCON

Era yo adolescente

y usted con ese rostro que no cambia.
Amigo de mi padre
para ganarme a mí.
Pobrecito el abuelo.
En su lecho de muerte
estaba usted presente,
esperando el final.
Un aire insospechado
flotaba entre los muebles
Parecían más blancas las paredes.
Y había alguien más,
usted le hacía señas.
El le cerró los ojos al abuelo
y se detuvo un rato a contemplarme
Le prohibo que vuelva.
Cada vez que los veo
me recorre las vértebras el frío.
No me persiga más,
se lo suplico.
Hace años que amo a otro
y ya no me interesan sus ofrendas.
¿Por qué me espera siempre en las vitrinas,
en la boca del sueño,
bajo el cielo indeciso del domingo?
Sabe a cuarto cerrado su saludo.
Lo he visto con los niños.
Reconocí su traje:
el mismo tweed de entonces
cuando era yo estudiante
y usted amigo de mi padre.
Su ridículo traje de entretiempo.
No vuelva,
le repito.
No se detenga más en mi jardín.
Se asustarán los niños
y las hojas se caen:
las he visto.
¿De qué sirve todo esto?
Se va a reír un rato
con esa risa eterna
y seguirá saliéndome al encuentro.
Los niños,
mi rostro,
las hojas,
todo extraviado en sus pupilas.
Ganará sin remedio.
Al comenzar mi carta lo sabía.

 

De Acuario

Creí pasar el tiempo

 

Creí pasar mi tiempo
amando
y siendo amada
comienzo a darme cuenta
que lo pasé despedazando
mientras era a mi vez
des
       pe
            da
                 za
                      da.

 

De Sobrevivo

Carta a un desterrado

 

Mi querido Odiseo:
Ya no es posible más
esposo mío
que el tiempo pase y vuele
y no te cuente yo
de mi vida en Itaca.
Hace ya muchos años
que te fuiste
tu ausencia nos pesó
a tu hijo
y a mí.
Empezaron a cercarme
pretendientes
eran tantos
tan tenaces sus requiebros
que apiadándose un dios
de mi congoja
me aconsejó tejer
una tela sutil
interminable
que te sirviera a ti
como sudario.
Si llegaba a concluirla
tendría yo sin mora
que elegir un esposo.
Me cautivó la idea
que al levantarse el sol
me ponía a tejer
y destejía por la noche.
Así pasé tres años
pero ahora, Odiseo,
mi corazón suspira por un joven
tan bello como tú cuando eras mozo
tan hábil con el arco
y con la lanza.
Nuestra casa está en ruinas
y necesito un hombre
que la sepa regir
Telémaco es un niño todavía
y tu padre un anciano
preferible, Odiseo
que no vuelvas
los hombres son más débiles
no soportan la afrenta.
De mi amor hacia ti
no queda ni un rescoldo
Telémaco está bien
ni siquiera pregunta por su padre
es mejor para ti
que te demos por muerto.
Sé por los forasteros
de Calipso
y de Circe
aprovecha Odiseo
si eliges a Calipso
recuperarás la juventud
si es Circe la elegida
serás entre sus chanchos
el supremo.
Espero que esta carta
no te ofenda
no invoques a los dioses
será en vano
recuerda a Menelao
con Helena
por esa guerra loca
han perdido la vida
nuestros mejores hombres
y estás tú donde estas.
No vuelvas, Odiseo
te suplico.

                                                            Tu discreta Penélope

 

De Variaciones en clave de mi

Lamentación de Ariadna

 

No te pierdas, Teseo
vuelve a mí.
La playa está desierta
tengo los pies sangrientos
de correr en tu busca
¿será que me engañaste
dejándome dormida en esta isla?
Perdóname, Teseo
¿Recuerdas nuestro encuentro?
amor eterno me juraste
y yo te di el ovillo
y volviste a la luz
después de haber destruido
al minotauro.
¿Te secuestró algún dios
sintiéndose celoso?
No me inspiran temor
ni Poseidón
ni Zeus
es de fuego mi ira
y se alzará
desde estas aguas
hasta el cielo.
Vuelve,
vuelve, Teseo
no te pierdas
en los laberintos
de la muerte
anda suelto
el ovillo de mi amor
atrápalo, Teseo
vuelve a mí
soy tu tierra
tu luna
tu destino.
Clava en mí tus raíces.

 

De Saudade

Estás vivo


Estás vivo en mi pecho
y sólo yo te siento.
Eres el alquimista
que transforma en poesía
nuestro llanto.

 

De Saudade

Claribel Alegría  (Estelí, Nicaragua, 1924). A comienzos de la década de los 40 y tras cursar sus estudios secundarios, Claribel se marchó a los Estados Unidos para estudiar Filosofía y Letras en la Universidad de George Washington. Se casó en 1947 con el periodista y diplomático Darwin J. “Bud” Flakoll, con quien años más tarde coescribiría la novela Cenizas de Izalco (1966). También compartió tiempo con Juan Ramón Jiménez, quien influyó en su trabajo como autora. Entre sus títulos destacan Anillos de silencio (1948), su primer poemario, Suite de amor, angustia y soledad (1950), Vigilias (1953), Acuario (1955), Huésped de mi tiempo (1961), Vía única (1965), Aprendizaje (1970), Sobrevivo (1978), libro por el que fue galardonada con el premio Casa de las Américas, Suma y sigue (1981), Flores del volcán (1982), Mujer del río (1989), Fugues (1993), Variaciones en clave de mí (1993), Umbrales (1997) o Saudade (1999), uno de sus mejores libros. Claribel ha escrito varios ensayos de carácter político, como La encrucijada salvadoreña (1980), No me agarran viva: la mujer salvadoreña en lucha (1983) o Para romper el silencio: resistencia y lucha en las cárceles salvadoreñas (1984), cuentos infantiles, y novelas, como El detén (1977), Álbum familiar (1984), Pueblo de Dios y de Mandinga (1985) o Despierta, mi bien, despierta (1986). En 2017 el gobierno francés le concedió la Orden de las Artes y Letras y es también ganadora del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, máximo galardón al que puede aspirar un poeta en lengua española.

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