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Poemas tomados de Una vida en una noche, Buenos Aires Poetry, 2018

Por Albeiro Montoya Guiral

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Herida oscura

 

Voy a dormir mientras regresas de la infancia,

abuelo, piedra inmemorial, jinete nocturno.                                      

Escucharé tu pulso en mi sangre,

los perros vendrán a lamer mi sueño, herida oscura,

confundiéndome contigo.

¿Olvidé el camino a casa

o era solo una invención de la memoria?

Quise regresar pero preferí el olvido,mas no el de tu nombre.

Voy a dormir mientras regresas de la infancia.

Pero no el de tus manos en mis sienes

como en las de un animal de monte.

Voy a esperar la muerte tendido a la sombra de un árbol

tan viejo como tu palabra.

Recuerda: nada cantará.

Expulsé de mis versos todo cuanto vuele.

Solo acepto las raíces, las manos largas de la tierra,

sus caricias enredadas en mi cuerpo.

No importa quiénes mueran entretanto.

Estoy más muerto que los muertos.

 

 

 

Poema sin pájaros                

 

Abro las puertas de este verso para que vuelen los pájaros

y entre la luz de la ciudad a cegar las palabras.

Nadie es dueño del poema donde aprendió a jugar la vida.

A nadie mientras muere le pertenece el sueño

donde pace un caballo como si olfateara la eternidad.

Abro las puertas de este verso para que no quede nada.

Una barahúnda me reventará los oídos.

Si algo canta, si algo aletea en la memoria,

será mecánico como un vaivén enfermo de hilo que teje la ceguera.

Alguien recordará mi nombre y le vendrá un sabor a café

pero habrá caído muerto al querer levantar la mano en la sombra para pronunciarlo,

y así su cuerpo sepultará lo que fui al caer en mis manos de leñador

como un árbol herido por una bala anónima.

Y ese muerto que me recordaba seré yo mismo al quedarme a solas

y abrir ante tus ojos las puertas de este poema

para dejar escapar los pájaros hacia la noche.

 

 

 

 

Acta de defunción

 

Hago constar que ha muerto en mí

aquel que se pintó en la cara una nariz de poeta

para hacer reír al mundo.

Se entregan, para cumplir su última voluntad,

el ritmo de una canción,

el bullicio desenfrenado de un amor,

la camisa de rayas infinitas de su padre,

las manos musicales de la mujer

que lo puso en la tierra

como quien arrojara una flor en una tumba,

la foto de un perro amarillo

(de fondo unos muchachos sonrientes

antes de que se los tragara la montaña),

el sombrero de un hombre que murió

a la primera luz de un día aletargado toda una vida,

y el discurso ignorado de las horas untadas de vacío.

 

 

 

 

 

De Celebraciones, Casa de Asterión Ediciones, 2017

 

 

  

A perfect poem

 

 

Just a perfect day

you made me forget myself…

Lou Reed

 

 

Escribo poesía por buscar la música.

Tejo imágenes que persiguen un acorde,

una estridencia,

una voz que hable desde el más allá inexistente,

que nos haga creer en el infinito

aunque la certeza de su ausencia terrible nos incinere.

 

 Existo, imagen musical,

eco de fauno,

risa pánica,

cuerpo disonancia que tropieza aún contra el vacío.

 

Es la búsqueda del poema perfecto la causa de no encontrarlo.

 

Perfección, fuego deseado,

adorada muerte,

imposible silencio absoluto.

Dificultad de la palabra sin la palabra,

confusión de formas.

Tejedores ancestrales zurciendo sus cuerpos en la noche de la tragedia.

 

(Voy a dejar un verso solo en esta página que es la oscuridad).

 

Escribo poesía,

tejo acordes.

Hago música que nunca se interpretará.

 

 

 


Nieto del hambre

 

Alguna vez, en el sueño, vi a César Vallejo.

Estaba en la montaña donde nací,

uno de los dos moriría.

Me sabía amargo el aire del mundo.

No quería nacer. Mi abuelo era César Vallejo.

Soy el nieto del hambre

y desde entonces,

desde el nacimiento de mis metáforas salvajes,

de mi balbucir angustiado,

de los puentes que he recorrido sin final,

he querido un puerto,

un vientre para descansar del olvido.

 

Te robaré una metáfora

que sirva de estrella,

de luz sobre mi corazón tiniebla,

sobre mis manos cedros.

Entiendo que mi exilio es en la palabra,

que perdí de nacimiento el destino,

la luna de mi infancia corre en las fotografías,

a veces, me veo reír sin insomnio, a su lado.

Te robaré una metáfora,

constelación que me lleve al Sur,

porque estoy cansado de morir

para nacer,

de caminar a destiempo

sin casa y sin memoria,

ocupando la mente de otros,

empujando un muerto hacia delante,

hacia la sombra.

 

 

Libros apilados

 

Escribir para sostener el mundo,

el cerrado, frágil mundo

en que apenas respiramos.

 

Escribir que hay pan.

Escribir la lluvia matutina.

Pintarnos

día a día

con palabras.

 

Retratar lo inevitable.

 

No quedaremos nosotros,

quedarán libros

que acaso ocupen

la más pequeña sección

de una biblioteca desigual.

Penoso álbum

-la poesía es la fotografía de lo que no queda en la fotografía-

donde se acercan a mirarnos

para saber cómo nos desvanecemos.

 

La tinta de la memoria no es indeleble.

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Albeiro Montoya Guiral nació en Santa Rosa de Cabal, en el corazón cafetero colombiano. Es Magíster en Escrituras Creativas, en la profundización en Poesía, de la Universidad Nacional de Colombia, con el poemario Una vida en una noche que publicó la editorial argentina Buenos Aires Poetry, con prólogo de Juan Manuel Roca, en 2018. Es también autor del libro de poemas Celebraciones publicado en Pereira por Casa de Asterión Ediciones en 2017. Fue uno de los poetas compilados en la Antología de la poesía colombiana del siglo XXI cuya edición bilingüe fue publicada en París por la Editorial L’Oreille du Loup dentro del Año Colombia-Francia en 2017. Es fundador y editor de la revista Literariedad. Escribe sobre poesía y literatura en su blog El Peatón en el diario El Espectador. Es docente universitario en el área de filosofía del lenguaje en la gélida Bogotá.

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